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Viernes, 02 Octubre 2015 20:38

Andrea Aramayo, un grito en busca del eco de la justicia

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¡Justicia!, el pedido que se hace desde el día de la muerte de Andrea Aramayo Álvarez. ¡Justicia!, el pedido que se hace desde el día de la muerte de Andrea Aramayo Álvarez. Mabel Franco

La versión que sostiene Helen Álvarez y que la lleva a afirmar que la muerte de su hija Andrea no es accidental, sino producto de un largo maltrato de pareja que ha derivado en feminicidio, es narrada aquí sin la contraparte del acusado, William Kushner. La defensa de este abogado, hoy en prisión preventiva en tanto avanzan las investigaciones, afirma que no replicará a nada de lo que diga la parte contraria: "Las pruebas serán las únicas que hablen", dijo a La Pública la fuente decidida, dice, a no alimentar una controversia que hasta el momento ha contaminado más que ayudar. Extraoficialmente se informó que mañana, 6 de octubre, se hará la reconstrucción de los hechos en torno de la calle Pedro Salazar.

Mabel Franco / La Paz

La última imagen que tiene Helen Álvarez de su hija Andrea Aramayo llena de vida es de la joven despidiéndose, hasta mañana, aquella noche del martes 18 de agosto de 2015. La muchacha de 27 años le dio un beso a su mamá, quien recuerda nítidamente el roce de los cabellos lacios y sedosos sobre su mejilla. Helen no devolvió el abrazo, como era habitual, ocupada como estaba en avanzar en el tejido de un abrigo para su nieta, la hija de Andrea, que el 8 de septiembre iba a cumplir 8 años.

El siguiente recuerdo es de Andrea inconsciente, conectada a muchos aparatos en una cama de terapia intensiva de la Clínica del Sur. La madre la besó y al tomarle las manos notó que estaban muy frías. Intentó calentarlas sin lograrlo, así que la enfermera le dio un cobertor con el que Helen envolvió a su hija, momento en el que reparó en las piernas vendadas. Se sorprendió, pues ella sabía que las lesiones graves estaban en la base del cráneo. Le explicaron que esos vendajes son usuales en personas que no pueden moverse, pues así se evita la formación de coágulos.

La tercera imagen es de su hija en una bolsa, inerte. Su corazón había dejado de latir y la madre dio la autorización para que se le desconectara el respirador. La muerte quedó anotada a las 14.10 del 19 de agosto y minutos después Helen pudo acercarse al ser amado en la capilla de la clínica. Destapó la cabeza, notó que la habían peinado con el pelo recogido. “No quise besarla en el rostro para no quedarme con ese frío de muerte, así que acaricié su cabecita y besé sus cabellos”.

La última noche

Ese martes y antes de salir por la noche, como solía hacer ese día de la semana que Andrea tenía definido como “su” momento para estar con amigos, sin novio, sin familia, la muchacha llegó al departamento de la madre con hamburguesas. Comieron y cuando se dispuso a salir para encontrarse con Andrea Bohorquez, Helen le pidió que se quedara. El fin de semana había sido muy duro para la muchacha; pero ella explicó que necesitaba hablar con su amiga, así que Helen no insistió.

Andrea había arropado a su niña y friccionado sus pies, como hacía siempre, y la pequeña se durmió sabiendo que su mamá estaría temprano para vestirla y llevarla al colegio. “Chau mi princes”, “Chau, ma”, se despidió.

A eso de las cinco menos cuarto de la mañana siguiente, golpes en la puerta del departamento y el ladrido de las dos perras despertaron a Helen. Era el vecino del piso inferior que le comunicó que alguien estaba en la calle buscándola.

Helen salió a la ventana y así, casi a gritos, escuchó que le decían: “Andrea ha sido atropellada”. Un ¡Ay, Dios mío! salió de su pecho y, al volverse para ir a despertar a su hijo Guillermo, el hermano mayor de Andrea, se topó con la niña que quiso saber qué estaba pasando.

“Una amiga me está buscando”, respondió escondiendo su miedo. “¿Por qué has dicho ay dios mío”, insistió la pequeña. “Es que me he asustado; duérmete mamita”, logró que volviese a la cama y dejarla al cuidado de la compañera de la cooperativa Sin patrón ni patrona, de las trabajadoras del hogar, que cada martes u otro día en que se la necesite acude a cuidar a la pequeña; esa noche se había quedado a dormir.

Un jefe especial

A las 13.00 del sábado 15 de agosto, Helen recibió un mensaje de Andrea: “Necesito hablar contigo”. La madre, que había estado esperando a que su hija le contase al fin sobre la relación que sostenía con William Kushner Dávalos, y que hasta ese momento la joven había mantenido en secreto para su mamá, aunque ésta sabía desde hace tiempo lo que pasaba, le respondió que la esperaba. “Mi vida se está derrumbando”, fue el siguiente mensaje que dejó en vilo a Helen.

“Preparé un mate de cedrón” y así comenzó una larga charla que confirmó los peores temores para la periodista y feminista que una y mil veces conoció historias de violencia de parejas manipuladoras, pero que jamás pensó que harían presa de su hija.

Andrea, egresada de Derecho y con un año de estudios en Comunicación, se halló en 2014 buscando trabajo. Cuando encontró uno, como recepcionista de un consultorio de la cadena Dentaria, propiedad de William Kushner, Helen exteriorizó su descontento. “Con toda tu capacidad vas a conformarte con algo así”, le dijo; pero “es tan difícil encontrar un empleo, que finalmente empezó a trabajar el 8 de septiembre”.

En diciembre, Andrea llegó muy contenta ante su mamá. Le contó que "Will" –lo tuteaba, como todos en los consultorios de su propiedad— le había comentado que estaba subvalorada como recepcionista y que la iba a ascender a asesora comercial, con un sueldo mayor. “Andrea me dijo que le había ofrecido también gozar de ciertas comisiones y que ella le había respondido que de eso hablarían luego, pues había atestiguado el mismo ofrecimiento a empleadas anteriores, que al final no fue cumplido; yo le pregunté si le había dicho eso al jefe mismo”. Al día siguiente, la joven llegó llorando, pues Kushner la había llamado para decirle que no se estrese más por el nuevo cargo, que él ya tenía una asesora. “Fue entonces que yo le advertí que no creyese nunca que un jefe pudiese ser un amigo, pues lo que un jefe quiere es ganar dinero, no hacer amistades, y que en este caso Andrea lo había puesto en evidencia, lo que provocó esa reacción”.

A los dos días, Helen recibió otra vez a una hija entusiasta, pues su jefe se había disculpado y le había asegurado que apreciaba su sinceridad, de manera que el ascenso era suyo.

Fue, considera Helen, “la primera manipulación”. Vinieron luego invitaciones de Kushner, pero Andrea, que establecio una relación sentimental con él, no se lo contó a la mamá, “seguramente porque pensó que yo no estaría de acuerdo, menos después de lo que le dije sobre un jefe”.

El deslumbramiento

Andrea tuvo una niña con su primera pareja fija, con quien no llegó a casarse pero que asumió la paternidad responsablemente. “Mi hija manejó esa relación con una seguridad que me admiró y me dejó tranquila acerca de su madurez”. Tan bien resultó todo, que no sólo que los fines de semana la hija los pasa con su papá y sus abuelos paternos, sino que los tres, Andrea, la hija y el papá, tenían la costumbre de almorzar juntos al menos una vez a la semana.

Otra relación de cinco años precedió a la que entabló con Kushner. Según le contó Andrea a su mamá ese fin de semana, éste no aceptaba la cordialidad con las exparejas, "reclamaba y hasta llegó a revisar el Facebook de su novia". Ella le habría pedido que no proceda de esa manera, que algo así sólo los iba a separar.

Lo peor, sin embargo, dice haberse enterado Helen de boca de su hija, es que él le había pedido guardar en reserva la relación “para evitar rumores en el trabajo”. Andrea, que le aseguró a su mamá que nunca dejó de insistir para cambiar esa situación, la aceptó hasta el mes de mayo. “Me dejé deslumbrar, me dijo, me dejé deslumbrar; William la había tratado como a una reina en un principio, la había rodeado de atenciones y ella se fue enamorando”.

"Tu hermano debe ir a la cárcel"

La pareja que avisó sobre el accidente llevó en su carro a Helen y a Guillermo hasta la Clínica del Sur, aunque no pudo explicar mucho sobre lo que había pasado. En el lugar, a donde llegaron pasadas las 5.00, esperaban Andrea Bohórquez y Arturo Fortún, las personas que habían estado con Andrea la noche del martes en el bar Mongo’s. Ellos le comunicaron que William Kushner la había atropellado y cómo el joven tuvo que golpearlo para controlarlo y evitar que se marchase.

“Supe que mi hija estaba en terapia intensiva, pero no tenía más información sobre su estado. Me pidieron firmar documentos de consentimiento y en ellos leí sobre lesiones en la cabeza. Me asusté, pero tenía la esperanza de que podría recuperarse tal cual pasó con mi padre hace casi 40 años, cuando sufrió un grave accidente de trabajo que le causó doble fractura de cráneo. Tomó un año que se recupere, pero quedó muy bien”.

Helen subió entonces a terapia intensiva, pero no pudo entrar. Volvió a bajar a la recepción para firmar otro documento y fue cuando vio bajar por las escaleras al neurocirujano Juan Valle y a Luis Kushner Dávalos, el hermano ginecólogo de William; “no lo había visto nunca en persona pero lo reconocí de inmediato por el parecido entre ambos; en ese momento no me di cuenta, pero luego lo cuestioné como hago ahora: ¿por qué estaba allí un ginecólogo, por qué estaba allí el hermano de quien había atropellado a mi hija?".

Valle explicó a Helen que Andrea estaba medicada, que había que esperar 12 horas para ver cómo evolucionaba. “Pregunté qué tenía mi hija y el médico me respondió que una fractura en la base del cráneo. ¿Por qué?, quise saber; me contestó que la llanta del carro le había pasado por la cabeza. Eso me dijo. ¿Por qué me lo dijo? Miré a Luis Kushner y le espeté: Tu hermano tiene que ir a la cárcel por lo que ha hecho. Él no me dijo nada; ni lo siento, ni vamos a hacer todo lo posible por ayudarla, nada”.

La madre insistió ahora sí en ver a su hija; pero tuvo todavía que esperar y al salir una médica le explicó que había fluido sangre por el oído de Andrea. “En ese momento pensé que tal vez había una oportunidad, pues a mi padre fue esa hemorragia la que lo salvó”.

Fin del idilio

Pasados los primeros meses de idilio habrían venido rupturas abruptas y reconciliaciones. La mezcla de trabajo y relación sentimental fue creando muchos problemas. “Lo que yo veía –--apunta Helen—es que mi hija muchas veces hacía de recepcionista porque el consultorio se quedaba frecuentemente sin esa persona, o que almorzaba con el celular al lado, contestando a cada rato; que debía llevar dinero porque el mensajero no había llegado, etc. Yo le insistía: Andrea, tiene que pagarte por ese trabajo extra, exígele”.

Lo que la mamá no sabía, se enteró aquel sábado de confesiones, es que Kushner llegó a reclamar a Andrea por la falta de limpieza en el consultorio. Ella habría contestado que ésa no era su responsabilidad, pero como él le pidió ayuda, ella fue cediendo hasta que el asunto se salió de sus manos, al grado de que él llegó a insultarla. “Le dijo que era una cochina y entonces Andrea lo paró”. Como había sucedido ya otras veces y se repetiría después, Kushner dio por terminada la relación. La joven, dice su madre, aceptaba esa decisión; pero luego él volvía con disculpas y la convencía.

La denuncia por feminicidio

Guillermo dejó a su madre en la clínica y se dirigió a Tránsito, adonde se habían llevado a Kushner tras el accidente. Desde allí iría reportando a Helen sobre el escándalo que armó el hombre, sobre la llegada de sus abogados, sobre el ataque de asma y el traslado al hospital Arco Iris.

Helen se comunicó con María Galindo, de Mujeres Creando, colectivo feminista del que es parte desde su fundación. El grupo y otras amigas, además de las dos hermanas de Helen, la aliviarían de los trámites y gestiones para evitar, por ejemplo, una posible fuga de Kushner o que la imputación se reduzca a accidente de tránsito.

A eso de las 6.00, Helen decidió llamar a sus padres. La abuela de Andrea, enfermera jubilada, rompió en llanto al escuchar el tipo de lesión. “Ella sabe lo que significa una fractura como la que tenía mi hija”. Ya en la clínica y luego de ver a su nieta y entender la gravedad de su situación, Helen le comunicó su decisión de denunciar a Kushner por feminicidio. La señora intentó disuadirla, pero la feminista se mantuvo firme.

Ante la pregunta de si nunca dudó, de si no pensó por un segundo que pudo ser un accidente, tal como sostiene la defensa de William Kushner, Helen responde con un no rotundo. Y apela a todo aquello que Andrea le confió ese fin de semana.

La última pelea

El último incidente violento entre William Kushner y Andrea Aramayo se habría producido el viernes 14 de agosto.

Helen recuenta lo que su hija le había confiado: Dentaria había puesto nuevas metas a sus consultoras comerciales: reunir Bs 40.000 al mes y vender unos paquetes o combos de tratamientos muy precisos. A fines de julio, Andrea consiguió un paciente para cirugía que pagó el 50% ese mes y que debía cancelar el resto a principios de agosto. Kushner le pidió que consiguiese que le pague todo en julio y que eso le valdría a Andrea como un combo. Ella aceptó y logró el objetivo, pero cuando presentó el informe, le fue rechazado por administración; de nada valió que ella explicase que el propio Kushner se lo había pedido y autorizado, pues éste se disculpó diciendo que se había equivocado.

Andrea se molestó mucho, dice su mamá, porque no sólo que se había perjudicado en julio y había perdido la oportunidad de acumular dinero para lograr la meta de agosto, sino que, lo peor, es que ella aparecía como una aprovechadora ante el personal de la empresa de su novio. Porque, como se ha dicho, desde mayo que Kushner la había presentado como tal públicamente y ante su familia; sólo restaba comunicárselo a Helen.

Cuando la joven se enfrentó a Kushner para decirle que separe las cosas: lo sentimental de lo laboral, que asuma su error y que no le cargue a ella la responsabilidad, él se habría exaltado al grado de sacar 200 bolivianos de su billetera (el monto de la comisión) para lanzárselos a Andrea. Ella los rechazó e insistió en que no era ése el problema. Kushner puso fin a la relación.

¿Y mi mami?

En medio del dolor que la agobiaba, Helen recordó que debía volver a casa para despachar a su nieta al colegio. ¿Y mi mami?, inquirió la niña extrañada. “Se ha atrasado mamita, le mentí, y no sé cómo conservé la serenidad para hacerla desayunar y vestirla; la niñera la llevó y yo tuve que ir a la clínica Santa María, donde llevaron en primera instancia a mi hija, para recoger el informe. La médica que había estado de turno me pidió que volviese a las 9.00 y yo me fui donde mi hija” (la clínica no entregó el informe prometido).

Para entonces, periodistas, conocidos, amigos… todo el mundo buscaba a Helen. “Yo respondía y respondía, y recibía a todos los que llorando se me acercaban. No podía quebrarme ante mis papás. Estaba en shock pero no podía derrumbarme”.

Las esperanzas de ver a su hija recuperada se fueron perdiendo. Más cuando el neurólogo les mostró a Helen y a su mamá las tomografías y les expresó que sólo había el uno por ciento de posibilidades de recuperación y que estaba en manos de Dios.

El secreto

Al mediodía del sábado 15 se había producido un incidente en el restaurante Flanigan’s de la zona Sur. La agencia ANF de noticias publicó el 25 de agosto una noticia sobre lo sucedido. Andrea no se lo contó a su mamá; “ha debido sentir vergüenza”, pues lo que se sabe es que Andrea insistía en hablar con William Kushner y que éste, en su afán de librarse, llegó a darle un empujón. Dos testigos han dicho que ella no lo dejaba irse; Helen dice: "Estoy segura de que mi hija le reclamaba a ese hombre por su poco valor para enfrentar un problema que él causó".

Con esa humillación y desencanto es que Andrea acudió a su mamá la tarde del sábado. Esa noche y la del domingo se quedó a dormir en el departamento materno. El domingo, Helen la despertó con un buen desayuno y al mediodía se fueron a comer con sus abuelos. Al retornar al departamento, “le sugerí comprarnos una película chistosa; comenzamos a verla, pero ella se quedó dormida”. Por la tarde, el papá de la niña la llevó de vuelta. A la hora de la cena, Andrea le comunicó a su mamá las pocas ganas que tenía de ir a trabajar el lunes. “Le aconsejé que vaya, que vea cómo se iba a sentir y, que si no pudiese resistirlo, que lo deje de inmediato. Si no, que siga hasta el 8 de septiembre para cobrar beneficios y vacaciones. Ésa era la decisión, con posibilidades de irse luego a Cobija (Pando), donde vive mi hermana”. En eso, una amiga de la muchacha la llamó y la animó hasta provocarle una risa, pues le habría comentado que William resultó ser como el oro de Corocoro; "falso".

El lunes, Andrea llevó a su niña al colegio y regresó al departamento decidida a ir al trabajo, donde además se iba a tomar fotografías de grupo en todos los consultorios. “Le dije que se arreglase muy bien. Le aconsejé que se meta a la ducha y que allí grite fuerte, tanto como para expulsar la tristeza y el dolor, pues era claro que ella seguía enamorada y que por ello había hecho de todo para mantener la relación”.

Minutos más tarde, Helen se recuerda poniendo en orden algo en su habitación, cuando un grito terrible la paralizó. “Yo había olvidado mi consejo, así que me alarmé tanto como mi hijo que todavía estaba dormido y que salió rápidamente para ver qué pasaba con su hermana. Entonces lo recordé y le hice señas para que la dejara sola”.

Andrea, afirma su mamá, salió del baño más relajada. “Desayunamos; mi hija estaba muy bella y decidida, salvo por la mirada triste. Le dije que recordara lo del oro de Corocoro. Y se marchó. Por la noche me mostró la foto de grupo y la vi linda, con los ojos brillantes”.

La joven contó entonces que William se había mostrado muy cordial. El martes fue a trabajar, pero pidió las horas de la tarde libres.

A la morgue, no

“Con mi hija muerta, lo que yo quería es que le practiquen la autopsia en la clínica; yo insistía en ello, pero me hicieron entender que ese proceso debía hacerse con tiempo. Me di cuenta además de que en todo momento, si yo denunciaba sin parar, era porque ella estaba hablando por mí y ahora debía hablar su cuerpo”. La llevaron a la morgue de Miraflores, pero era tarde y el personal de turno no estaba ya.

“Yo no quería dejarla allí por nada del mundo. A Andrea no le gustaban la oscuridad ni el frío. No deseaba dejarla botada en el piso; pero finalmente tuve que hacerlo con el dolor de mi alma. Ahora mismo me duele tanto…”.

La autopsia se hizo el 20 de agosto, tras un incidente que obligó a postergarlo hasta que ambas partes tuviesen a sus representantes durante el proceso, el mismo día en que una comisión de fiscales decidió procesar a Kushner por feminicidio y enviarlo en custodia a la cárcel de San Pedro. El informe del Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF) indica que Andrea falleció a causa de “traumatismo cráneo encéfalo grave complicado con fractura de bóveda y base de cráneo asociado a una hemorragia”, además de “traumatismo cerrado de tórax grave complicado y fractura de arco costal izquierdo asociado a contusión y laceración de pulmón izquierdo”. Menciona asimismo “traumatismo cerrado de abdomen y pelvis grave asociado a contusión muscular de cadera izquierda y alteración de columna dorso lumbar (desvío en el eje central)”.

Kushner

William Kushner Dávalos guardia detención en la cárcel de San Pedro. Foto: El Diario.

Ojalá hubiese estado ebria

Mientras se alista el juicio, las versiones y las opiniones de la gente en las redes, algunas virulentas tanto contra Andrea Aramayo como contra William Kushner, son el pan de cada día. Se ha dicho que Andrea estaba ebria aquella noche fatídica, aunque un análisis del humor vítreo lo ha desestimado. La defensa de Kushner ha retrucado señalando que este último examen se hizo muy tarde y por ello el resultado.

Helen insiste en que el cuerpo de su hija sigue hablando. Lo otro, los rumores, las descalificaciones, los ataques, la negligencia de las autoridades que no precintaron la calle donde se produjo el accidente, la pérdida de los registros visuales, los tardíos análisis al vehículo de Kushner… no la sorprenden pues, sabe, "son parte de ese sistema patriarcal que hace presa de las mujeres, que se ensaña con ellas aun si han muerto", sobre todo si han muerto.

Eso lo dice la feminista. A la madre la asaltan sentimientos encontrados. “Nunca vi ebria a mi hija; chispeada sí, dos veces, pero ni mi hijo toma al grado de perder la conciencia. Además, si hubiese estado tan ebria como sostiene la defensa de Kushner, ni siquiera hubiese podido correr detrás del auto, tal como también sostiene. Claro que a ratos me digo: ojalá hubiese estado así de ebria para no sentir cómo la atropelló ese hombre”. Ese hombre que el día de la audiencia para decidir su detención se dirigió a ella llamándola "querida Helen", sin haberla conocido antes en persona, y reclamándole: "Esto que debería unirnos, que debería tenernos llorando abrazados, lo usas tú para hacer activismo"...

El curso del feminicidio

Si hubo atropello, algo que la defensa rechaza también, no fue intencional, opinan las personas que a través de las redes sociales digitales expresan su confianza en la inocencia de William Kushner. Helen Álvarez responde que el feminicidio no tiene que ser intencional: es parte de un proceso de violencia que deriva en la muerte de la mujer porque el último empujón de muchos otros, el último golpe de muchos otros, el último arranque brusco del automóvil como seguidilla de maltrato previo, resultan fatales.

Para que se identifique y castigue esa forma de actuar, para que se la distinga del homicidio involuntario, del crimen pasional, del asesinato, afirma la feminista, es que se ha luchado durante años.

La defensa de William Kushner responde que las pruebas, sólo las pruebas, darán la respuesta a cada palabra de Helen Álvarez.

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