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Viernes, 31 Octubre 2014 16:49

Frankenstein

La ministra Teresa Morales demuestra lo resistentes que son las Kuaa. La ministra Teresa Morales demuestra lo resistentes que son las Kuaa. El Deber

 

Las computadoras para profesores y para estudiantes no han llegado precedidas ni de un plan ni de un entorno tecnológico ni de una capacitación adecuados. Porque no han llegado para mejorar la educación sino para que todos adoremos a nuestro Frankenstein. Hasta que él nos mire de frente y nos revele el cuerpo desnudo de nuestra educación. Era horrible. Ahora es monstruosamente horrible.

Guillermo Mariaca Iturri, ensayista

Mary Shelley publicó Frankenstein o el Prometeo Moderno en 1818 como, entre otras cosas, una parodia de las consecuencias de la revolución industrial. Desde entonces Frankenstein es, entre otras posibilidades, un nombre que sintetiza las monstruosidades que suelen surgir de las veleidades de quienes pretenden que para reinventar el mundo basta con unas máquinas. Este gobierno pretende reinventar la educación con un bono, con computadoras para esos analfabetos digitales que son los maestros y, ahora, con computadoras para esos otros analfabetos digitales que son la gran mayoría de estudiantes. En Bolivia estamos condenándonos a maquillar a nuestro particular Frankenstein que pronto cumplirá 60 años –desde el código de la educación del MNR en 1955- para hacernos creer que es un recién nacido hermoso con nombre ancestral.

El Decreto Supremo 357 del 18 de noviembre de 2009 considera que “en el marco del programa denominado ‘educación con renovación tecnológica’ se ha previsto dotar a los docentes con una computadora personal para el ejercicio y la implementación de la tecnología en aula” y “que la dotación de estas herramientas tecnológicas, permitirá que los maestros se capaciten, puedan planificar y desarrollar su enseñanza en aula de manera inmediata, posibilitando que el trabajo en clases sea más dinámico. El mismo decreto resuelve “la compra directa de equipos de computación ….. para cumplir con el proyecto ‘una computadora por docente’ que busca satisfacer la necesidad social de promover el desarrollo de la ciencia, la tecnología, la investigación e innovación en el sistema educativo”.

Supongo que pocas han sido las veces en las que el gobierno ha cometido tan horrible absurdo. 135.000 computadoras personales por 500 dólares cada una es igual a 67 millones 500.000 dólares. 50% más de lo que ha costado el padrón biométrico. Pero como en el Ministerio de Educación ni siquiera pueden multiplicar, informan que gastarán 675.000 dólares y los medios, incomprensiblemente, repitieron ese dato. Pero aquí no se trata sobre todo de esa voluminosa cifra. O de ese disfraz prebendal que no disfraza nada porque era evidente que se trataba de pagar votos por adelantado. O de esa reiterada ‘compra directa’ por semejante monto que, claro está, no podría sino ostentar la corruptela.

Aquí, tristemente, se trata de cómo este gobierno reitera que en asuntos de educación no sólo no sabe nada, sino, muchísimo más grave aún, hace alarde de ignorancia y nos sigue abismando para formar parte de los condenados de la tierra. El gobierno sí sabe cuántos profesores interinos todavía existen, es decir, cuántos son los que ni siquiera ‘gozan’ de esa pésima formación de tres años que tienen los normalistas y apenas pueden malamente lidiar con una máquina de escribir –para no mencionar sus abrumadoras incompetencias verbal y lógica. También sabe en cuántas escuelas rurales y en cuántas urbanas se cuenta irregularmente con energía eléctrica o directamente se carece de ese elemental servicio; por tanto, que las computadoras no pueden siquiera servir de florero. Y, claro está, sabe con bastante precisión que el porcentaje de escuelas públicas con acceso a internet es ínfimo; por consiguiente, que las computadoras no servirán para la autoformación de los maestros, si semejante milagro pudiera existir. En otras palabras, no hay manera de que nadie con un poquito de información se trague el cuento de que una maquinita servirá para “satisfacer la necesidad social de promover el desarrollo de la ciencia, la tecnología, la investigación e innovación en el sistema educativo”.

Encima tenemos que creerles que la maquinita –nótese esa tontera- “permitirá que los maestros ….., puedan planificar y desarrollar su enseñanza en aula de manera inmediata”. Claro, porque ahora, sin esas maquinitas, los maestros enseñan de madera mediata. Y la tal manera mediata -¿cómo se comerá eso, no?- sería prerevolucionaria y pretecnológica.

Ya lo revelaba el preámbulo a la Constitución Política del Estado: éste es un gobierno que cree en la magia. Cree, cuando le conviene, que una palabra o una maquinita produce la transformación. Alquila conciencias -porque es útil a sus objetivos- con 65 millones de dolarcitos que le aseguran el voto corporativo del magisterio. Compra los floreros más caros de la historia y nos lo informa sin rubor alguno. Y encima nos impone que nos los traguemos como si fueran las maravillosas armas de su irreversible ‘educación con revolución tecnológica’. Es demasiado. Un absurdo pantagruélico. Lo patético es que para el mundo no es un absurdo cometido por un gobierno que cree en su Frankenstein. Sino un absurdo boliviano. Como si todos fuéramos hermanos del monstruo.

Este año han repetido la magia, es decir, han reiterado que creen que Frankestein es una obra maestra. Han entregado computadoras a los estudiantes en escuelas que no tienen conexiones eléctricas, que no tienen acceso a internet, que no tienen bibliotecas educativas virtuales instaladas y con profesores que no tienen idea de lo que es educación virtual ni semipresencial. Una vez más Frankenstein está en la escuela -presentado en sociedad en todos los canales de televisión durante la larga campaña electoral- como si fuera obra de un milagro visionario y no apenas una maquinita con nombre ancestral que no sirve para nada. O no. Una maquinita que le sirve a un estudiante tarijeño –según acusó la Ministra Morales- para autoeducarse con pornografía.

Encima cuentan con la complicidad de Microsoft que como todo buen capitalista hecho el ciego les vende vidrios de colores. Ni siquiera se toman el trabajo de instalar sistemas operativos gratuitos para no gastar otra fortuna en las licencias. Tampoco solicitan formalmente el permiso para usar las bibliotecas mexicanas o argentinas o uruguayas de educación virtual. Aunque claro, pensándolo bien, mejor no. Sería añadir un insulto a la ofensa; un insulto a nosotros mismos. Porque como nuestros profesores no están entrenados para usar los recursos, las herramientas, las lógicas educativas de la educación virtual, además de máquinas inútiles tendríamos bibliotecas sin uso. Y nuestros vecinos se darían cuenta.

Para qué seguir. Las computadoras para profesores y para estudiantes no han llegado precedidas ni de un plan ni de un entorno tecnológico ni de una capacitación adecuados. Porque no han llegado para mejorar la educación sino para que todos adoremos a nuestro Frankenstein. Hasta que él nos mire de frente y nos revele el cuerpo desnudo de nuestra educación. Era horrible. Ahora es monstruosamente horrible.

 

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http://www.lapublica.org.bo/reportaje-mensual/item/285-kuaa-tecnologia-del-siglo-xxi-en-colegios-del-siglo-xix

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