Lunes, 26 Enero 2015 18:02

En amor, la educación boliviana va al desquite

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No tomarse de la mano ni abrazarse; menos darse besos dentro del colegio. En pleno siglo XXI, el amor sigue siendo un tema tabú para los educadores de adolescentes. ¡Ni hablar de relaciones homosexuales!

Carla Hannover y  Fabiola Gutiérrez, La Pública

Sentados en un banco del epicentro social cruceño, Hernán Egüez y Andrea Barba se abrazan con la catedral de fondo, se miran con complicidad y sus manos se entrelazan. Estas demostraciones de afecto para estos recientes bachilleres habrían sido imposibles en el recinto escolar: desde la dirección les habrían llamado la atención o habrían pedido que sus padres acudan a una reunión por tema de disciplina. Aunque, entre risas, ambos confiesan que existía un “pasillo de los enamorados” donde las parejas podían hacerle el quite al control,no recuerdan, ni esforzándose, que en ese espacio se hubiese dado un encuentro de parejas del mismo sexo.

Aizea es una adolescente de 16 años que vive en La Paz. Ella y su compañera, un año mayor, se han enamorado y han iniciado una relación. El colegio al que acuden ha aceptado el noviazgo pero les ha pedido, al igual que lo ha hecho con los adolescentes heterosexuales que “andan de novios”, no hacer demostraciones de afecto dentro del establecimiento. ¿Será esta la forma de educar en este tema?

“No se trata de permitir o prohibir las demostraciones de afecto, sino de entender que la adolescencia es la etapa en la que todo ser humano despierta al amor”, sostiene la pedagoga Elizabeth Machicao. “Es un momento que se podría aprovechar para inculcar valores y aclarar muchas preguntas” a fin de que el desarrollo emocional sea pleno. Lo cierto es que en muchos colegios bolivianos el amor es una asignatura insospechada por no decir prohibida y temida. Así ha sido para las generaciones que hoy peinan canas y así es para las que deben lidiar con el acné.

Resultado de una educación conservadora, muchos estudiantes bolivianos exploran el romance, la pasión y la sexualidad a escondidas porque así se les enseña, explícitamente y con sanciones de por medio, que deben proceder. “Los colegios no tienen la capacidad de abordar temas como el amor, el enamoramiento, las relaciones sexuales y cómo se construye la femineidad o la masculinidad. No se habla del respeto al otro, de los valores, de los derechos que tienen los niños y adolescentes”, explica Machicao.

Para la experta, los huecos en la educación sobre estos temas son enormes y esto se ve reflejado en problemas como la violencia y el machismo (en hombres y mujeres) que imperan en la sociedad boliviana. Por ello, sostiene: “El colegio es como una Caja de Pandora. No olvidemos que es una réplica de lo que sucede en la sociedad. Deberíamos preguntarnos ¿qué producto es el que sale de esa escuela?”.

Cupido, el enemigo de los “profes”

Un colegio católico de Sucre prohíbe el enamoramiento”. La noticia publicada en el diario digital Erbol a fines del 2014 daba cuenta del caso de una adolescente del colegio Santa Ana, quien fue conminada a terminar la relación sentimental que sostenía con uno de sus compañeros. De no finalizarla, ambos corrían el riesgo de expulsión.

“El tipo de amor que promueve el (colegio católico) Santa Ana es el de ‘familia’, en el que los estudiantes deben ‘verse como hermanos y respetarse’”, argumentó Veracruz Rivas Pereira, la directora del establecimiento, para quien“el colegio necesita de la ayuda de los padres para ejercer este control”.

Magaly, la madre de la joven, respondió que su hija es una alumna que no tiene llamadas de atención ni faltas yque, sin embargo, ahora se veía empujada a romper una relación de enamoramiento para no ser expulsada. “Me dijeron que son normas del colegio, que ellos no permiten el enamoramiento, ya sea adentro o fuera de la unidad educativa”.

El caso es una muestra de lo que sucede en los establecimientos educativos de todo el país y La Paz no es la excepción. “Nosotros, en este colegio damos un mensaje claro a los jóvenes: el alumno debe enamorarse de los libros, ese enamoramiento por algo sano va a evitar enamoramientos en los colegios, que no es que sea algo malo, pero no es recomendable”, señala Rodolfo Saravia, director del colegio Agustín Aspiazu, para quien “no está bien” que los alumnos de grados menores vean las expresiones de afecto de sus compañeros de secundaria.

Consciente de que los jóvenes pueden quedar flechados por Cupido en cualquier momento, Nestor Guarachi, director del colegio Técnico Humanístico Uruguay, ha dejado claras las reglas de comportamiento en el establecimiento: “No pueden darse besos en el aula, no pueden andar abrazados, no pueden estar tomados de las manos. Hay parques, avenidas o plazas donde pueden expresar sus sentimientos. Cuando nos llegan denuncias de parejitas, nosotros hacemos llamar a los padres para que este comportamiento no se repita”.

Si bien las reglas están marcadas, en el Técnico Humanístico Uruguay los alumnos reciben la materia de puericultura en la que se tratan temas de sexualidad. “Los chicos están informados. Tenemos un convenio con el centro de salud CIES. Vienen personas constantemente a dar clases de educación sexual. Los chicos tienen información sobre el tema, no detallada, pero sí se les da la información”.

Educación sexual pero sin valores

A fines del 2014, el Servicio Departamental de Salud (Sedes) de Santa Cruz anunció que desde el 2015 se impartirá la materia de educación sexual en los colegios de esa ciudad debido al creciente número de casos de VIH. “El objetivo de la medida es frenar el incremento la transmisión del virus VIH-sida mediante las relaciones sexuales en la población joven”, se lee en una nota publicada por el diario El Deber de Santa Cruz.

¿Educación sexual sólo para evitar los casos de VIH? “Sin duda el colegio debe replantear su currícula”, afirma Machicao. “Los jóvenes no necesitan que se les incrementen las horas de estudios o que les den únicamente clases de educación sexual, necesitan hablar de sus problemas o temas de su interés”. El colegio “debería incidir en temas de fondo como los embarazos en adolescentes y prever el que uno de nuestros hijos sea violento o se presente bullying que hoy es muy fuerte contra los adolescentes homosexuales o lesbianas. Además de trabajar con los chicos, el colegio también debería hacerlo con los padres”.

En algunos colegios privados la educación sexual ya es parte de la currícula, pero su abordaje tampoco es el más adecuado, salvo excepciones, pues poco se habla de los valores que acompañan y que deberían forjarse en esta etapa, hace notar la pedagoga. “Hay colegios, sobre todo particulares, que tienen la posibilidad de un mejor abordaje porque tienen psicólogos. Sin embargo, en los públicos que son la mayoría en el país, esto no se da porque no tienen personal calificado”.

Lo más preocupante, señala la experta, es que éste no es un tema de interés ni de los colegios ni de las familias. “Los papás no demandan estas respuestas al Ministerio de Educación. Demandan ítems pero no para psicólogos. Los colegios tienen un rol fundamental en la transformación de una sociedad, pero mientras el Estado no los asuma, tampoco va a pasar nada”.

Por sus obras los conoceréis

Las consecuencias de esa educación seguramente pesan en las formas equivocadas de concebir el amor, la pareja, la sexualidad, etc. Y que el cambio tarda, se aprecia en los testimonios que no varían demasiado pese al tiempo que separa a las personas.

Pauliany Cordero (18 años) dice que “empanadear”’, besar y abrazar estaba prohibido en su colegio evangélico privado. Pero el amor no se detiene de esa forma, así que las parejas se escabullían hasta un pasillo detrás de las gradas del coliseo. Los sorprendidos in fraganti recibían amonestaciones que iban desde limpiar el patio hasta convocar a sus padres. Esto último era de temer para muchos, lo peor, por el castigo que se asomaba. Pero ni en los peores momentos para los estudiantes Pauliany recuerda casos de parejas homosexuales.

Beatriz Salvatierra, de 54 años, paceña radicada en Santa Cruz, estudió en su ciudad natal en un colegio “de señoritas”, católico y muy estricto en cosas del amor. “No veíamos hombres, salvo los profesores; cualquier visita masculina juvenil era motivo de escándalo”. Como resultado, “algunas chicas se enamoraban del profe más churro” y “no faltaron suicidios de dos compañeras a las que se le prohibió, en el colegio y la casa, sostener relaciones con su pareja”. “¿Lesbianismo?, ni sabíamos que eso era posible, así que entre chicas era normal que caminásemos tomadas de la mano o abrazadas, nadie lo veía raro y por tanto no era malo; hoy en día creo que esto ya es motivo de sospecha”.

El panorama no es muy distinto del que vivieron Pedro (18 años) y Estela Ríos (17) cuya unidad educativa, de convenio con la Iglesia Católica, les prohibía demostraciones amorosas no sólo dentro, sino en los alrededores. Para enamorar había que alejarse lo más posible del colegio, algo que a Pedro no le molestaba mucho, pues cree que a los adolescentes no les gusta que sus demostraciones afectivas sean públicas. Lo que sí, sobre homosexualidad entre sus compañeros no supo, aunque entendió el porqué la vez que la profesora de religión, una monja, aceptó que un grupo de alumnos, entre ellos Pedro, expusiesen sobre el tema para al final preguntar a cada uno su opinión. La nota que recibieron, pese a que se documentaron bien para exponer, fue baja y Pedro lo atribuye a lo que dijo una de sus compañeras: que se debe respetar las elecciones sexuales de todos los ciudadanos, a lo que la monja respondió que para Dios lo único aceptable es la heterosexualidad.

Pequeñas victorias

“Asumí mi homosexualidad a los 10 años. A los 15 decidí vivirla de manera más abierta”, cuenta Diego Armando Calle Condori. El joven de 17 años es líder de un colectivo de diversidades sexuales al que ha decidido nombrar La Familia Salvatierra. Para que Diego llegue a convertirse en un activista tuvo que vivir en carne propia el maltrato y la discriminación en su círculo social más próximo: el colegio.

“Plantee en mi colegio hablar sobre las diversidades sexuales, pero fui rechazado por el director y por los profesores al grado de que decidí vivir abiertamente mi sexualidad ante todos. A los ojos de la dirección esto no fue bien visto, tanto así que el director me dijo que mientras esté en el colegio viva una vida normal y que sea fuera donde haga lo que quiera”, recuerda el joven.

Su lucha tuvo el apoyo de muchos de sus compañeros. “Me apoyaban, me decían que era valiente y eso me daba fuerzas para seguir. Pese a que tuve problemas con profesores cerrados, continué con esta rebeldía porque al ver mi lucha muchos de mis compañeros se definieron como gays o bisexuales, incluido un profesor”.

El caso de Aizea fue diferente. Luego de asumir su homosexualidad entendió que muchos jóvenes no manifiestan sus preferencias sexuales debido al temor por el medio en el que viven. Por ello decidió rodar el corto audiovisual “Ser o no ser”, que envió al festival de video estudiantil Ikeya 2014. En “Ser o no ser”, Aizea muestra cómo descubre su preferencia sexual. “Cuando presenté el guión, en principio me lo rechazaron porque era un tema muy controversial. Pero luego de hablarlo con la psicóloga del colegio, que era quien entregaba los guiones al festival,y de mucho insistir, me dejaron hacerlo”.

En principio, el festival organizado por el colegio Montessori rechazó su guion bajo el pretexto de que en el festival participan niños desde los 10 años. “El tema nunca se había tocado, pero yo creo que la homosexualidad es cada vez más aceptada por las nuevas generaciones. Los niños ya no ven mal que haya chicas a las que les gusten las chicas, o chicos en similar situación”.

Hubo rechazo, sí, pero de su lucha surgió más apertura sobre el tema, al menos su establecimiento educativo. “Mi colegio realmente es muy laico en ese aspecto, por lo que estoy agradecida. Tras la proyección, fue impresionante lo que sucedió, pues mis profesores y compañeros me felicitaron”.

Falta mucho todavía

El activista y gestor cultural Christian Egüez, quien se describe como un “maricón salvaje”, menos combativo antes que hoy, dice que un intachable desempeño académico fue su escudo ante las agresiones en el colegio, pero no le ayudó a lograr la aceptación de sus profesores.

En sus días de estudiante colegial, que terminaron hace tres años, las parejas heterosexuales no estaban prohibidas y de hecho eran aceptadas en su comunidad educativa, con chistes de profesores de por medio; en cambio, la homosexualidad no se abordaba o, si se lo hacía, no era como algo natural. Las manifestaciones amorosas más diversas, en todo caso, hallaban sus escondites, a un lado o detrás del colegio, como en muchos otros establecimientos. “Las propuestas hechas y recibidas siempre se hacían en lo clandestino y anónimo, lo que incluye muchos aspectos negativos. Por eso nunca me lancé del todo”, dice Christian, que ahora se ha animado a besar a su pareja en plena plaza ante el repudio de no pocos, y sentencia: “La educación aún es muy moralista, religiosa e hipócrita”, lo que se contrapone a lo que se vive entre pares, “donde hay mucha aceptación y respeto”.

Hoy, si la gente acepta la homosexualidad, considera Christian, es a cambio de que “te comportes moderadito: ni mariconcito típico ni revolucionario; pero reacciona mal si siente que su heterosexualidad está siendo atacada porque no es la única realidad”. Y esto no ha cambiado en el colegio, pues “la mínima demostración de homosexualidad le molesta a la educación”.

Ver también:

http://www.lapublica.org.bo/reportaje-mensual/item/363-en-nuestro-colegio-se-permiten-los-sentimientos-pero-con-educacion

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