Lorena Encinas / Santa Cruz
Las largas filas, sobre todo al mediodía y por la noche, sorprenden en todo caso. Raúl, de 18 años, paceño que desde hace tres años vive en la urbe de los anillos, cura sus añoranzas masticando el crocante pollo con papas y con ¡plátanos fritos! No le ha importado esperar diez minutos para llegar a la caja y otros diez para la entrega de su combo.
Tampoco se ha molestado por eso Vania, cruceña que quiso salir de la curiosidad: “Es bueno cambiar de pollos, de vez en cuando”.
No faltan los críticos. El olor a pollo que se siente hasta cinco metros fuera del local es motivo de reclamo de los visitantes del mall. Pero a los comensales que le hincan el diente, no les importa, y menos a Nicolás Quispe, de 23 años, que es el jefe de turno y que aprecia tener un trabajo en el que, dice, se capacitan permanentemente y hay posibilidades de ascender. Su mayor preocupación, por ahora, es lograr que las inmensas filas que forma la gente avancen rápidamente, y ¡que se agote el producto!