Lunes, 09 Junio 2014 10:04

Los sobrevivientes de la calle Zoilo Flores

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Testimonio de 11 horas y media de espera para cumplir con el empadronamiento biométrico, en una notaría de barrio en Santa Cruz de la Sierra. Increíble, pero cierto

Rocío Recalde / Santa Cruz

Circunscripción 52. Son las 11.00 del jueves 5 de junio y estoy en la fila desde las 7.00. Por fin tengo sólo 40 personas por delante, así que me resigno a esperar todo el día, si es preciso, para inscribirme en el padrón biométrico en Santa Cruz. Por lo menos hasta ese momento, el plazo final era el 9 de junio, según el Órgano Electoral Plurinacional.

Soy ecuatoriana y vivo en Bolivia desde hace 18 años, pero nunca había votado pues hasta ahora mi estatus en el país era de residente. En 2011 tuve por fin en mis manos el carnet de identidad que me concedía la nacionalidad boliviana, según el Artículo 42 (por matrimonio). Pero hace tres días me enteré, mediante el link del Órgano Departamental Electoral (http://sereci.oep.org.bo/sereci/index.php), que mi nuevo carnet no estaba empadronado en mi ciudad, Santa Cruz de la Sierra, donde radico desde hace casi siete años.

Vivo en pleno casco viejo y vi que las notarías electorales cercanas tenían largas colas desde hace días. Me bastó darme una vuelta por una de ellas, donde no dudaron en ofrecerme: “le hago fila por  200 bolivianos”. No estaba dispuesta a pagar nada. La noche anterior, una amiga me había dicho: “me tomó sólo tres horas en la notaría de mi barrio”. Santa Cruz está dividida en Unidades Vecinales (UV) (http://manual.jigote.com/en-la-unidad-vecinal/que-es-una-uv/) y si bien la mía es la UV 1 y la de mi amiga la UV 25, gracias a la descentralización de los centros de empadronamiento, que permiten hacer el trámite en cualquier notaría, decidí seguir su consejo.

¿Por qué votar?

7.16. Después de dejar a mi hijo en el colegio, me pongo en la fila, detrás de mucha gente que ya estaba ahí desde las 6 de la mañana. “¿Quién está haciendo la lista?”, pregunto consciente de que así funcionan las cosas. “La señora de atrás está tomando nota, la Notaría va a abrir a las 8.00, porque dice que ayer la responsable se quedó hasta la 1.00”.

Me toca el número 55. Espero de pie, como todos, y me alegro cuando la puerta se abre a las 8.06.

Llama la atención que la mitad de las personas haciendo fila desde tan temprano sean jóvenes que van a votar por primera vez. ¿Por qué tanto interés, por qué tanto madrugar?: "Es obligatorio votar, ¿no ve?", "me piden la constancia del voto en la universidad para inscribirme o tomar materias y no quiero tener problemas", “en la Gabriel René Moreno, los profesores prácticamente te obligan a hacerlo, dicen que me van a pedir el papel para todo”.

Otra parte del grupo haciendo fila es de mujeres con sus hijos y una de ellas, ama de casa, me explica que votará por vocación democrática: "Ahora más que nunca mi voto vale, el país no puede seguir como está". Otra de las señoras asegura que está ahí por los bancos: "Yo recibo el cheque de mi sueldo cada mes y necesitaré el papel de votación".

Un hombre joven se suma a las opiniones: "Trabajo en la Alcaldía y si no tengo ese papel, no me pagan". Todos afirman que sí votarán, por tanto, en las próximas elecciones. ¿Se mantendrían las filas y la desesperación si el voto fuera voluntario?

9.30. La fila avanza muy lentamente, ingresan por grupos de 10, el segundo grupo entra casi una hora y media después del primero. Alguien de la fila ha hecho el cálculo: “Se está tomando en promedio una hora cada siete personas”.

El testimonio de una de las vecinas que intentó empadronarse un día hace saber: "Es que la notaria está solita, la máquina se cuelga cada 10 personas, hay que reiniciar el sistema cada vez". Y hay otra que cuenta: "Ayer se le acabó el toner de la impresora y la central se demoró tres horas en traerle uno nuevo. No le dejan nada doble, las hojas están contadas".

Me asusto: “Hacer toda esta fila, ¿para que se acabe la tinta cuando llegue mi turno? No”. Me arrepiento por no haber ido a oficinas del centro que tienen 10 máquinas. Dudo y por un momento casi decido irme.

10.30. Me percato de que tengo al ritmo que voy, posiblemente lo logre entre las 12.00 y la 1.00. Decido ir a desayunar porque no llegaré a casa para almorzar. Le encargo a una señora que me "cuide el puesto" mientras voy a la casa de mi amiga a comer algo. Salgo tranquila, la fila no se mueve, la lista se está respetando, la persona número 21 ha entrado y yo soy la 55.

11.00. Regreso de comer y se ha armado todo un caos. Cuentan los vecinos que salió la notaria (se llama Tatiana) enojada y les dijo a todos que ella no iba a respetar ninguna lista que en el papel tiene 129 nombres, pero que en la fila muestra a 40 personas. Que sólo va a atender a éstas y que más les valdría hacer fila y no moverse. Listo, perdí mi lugar. Los vecinos se vuelven a enumerar y están todos parados en fila contra la pared. Una chica pasa nuevamente con un bolígrafo azul en la mano y nos pinta un número en la muñeca. Ahora tengo el 40. Acabo de hacer mi post en Facebook.

12.30. Llegan mi esposo y mi hijo con galletas y gaseosa. Está empezando a llover, la gente deja de hacer fila para guarecerse. Ingreso a nuestro auto y enciendo la radio. Me entero de que se ha ampliado el plazo de empadronamiento hasta el 20 de junio. “Ésta es una segunda ampliación, inicialmente se había extendido la fecha límite hasta este lunes 9, pero ante las largas filas y los problemas registrados, especialmente en las ciudades de La Paz y Santa Cruz, han motivado el nuevo plazo para todo el país”, declara un funcionario desde La Paz.

Mi esposo me pregunta si quiero quedarme o si vuelvo otro día. Dudo, el cielo está nublado y sigue lloviendo ligeramente. Me quedo, ya he perdido toda la mañana, prefiero terminar ahora, así que vuelvo a la fila. Les cuento a todos la noticia de la ampliación. "Ya estamos aquí, con lluvia y todo nos quedamos". Nadie se mueve.

Peleas y abusos

13.30. Hay nuevas personas que, como es hora de almorzar, han podido dejar sus trabajos. Como dejaron su nombre en la lista, están confiadas. Protestan, por tanto, por el nuevo arreglo y una de las chicas de la fila, que ha tomado el rol de líder, le explica a uno de ellos: “Señor, todos hemos hecho fila desde la mañana. Las personas que acaban de llegar deben ir al final de la fila”. Dos jóvenes que acaban de llegar en moto se alteran, protestan... empiezan los gritos. Se abren paso entre la gente y se cuelan en primer lugar de la fila, junto a la puerta. La gente reclama: “¡No los dejen entrar!, ¡sáquenlos de la fila!, ¡abusivos, a la cola!”. Y algunas otras cosas que no voy a reproducir aquí. Una señora les hace frente y no los deja entrar, el resto de la fila la apoyamos en su valentía, pero nadie se mueve ni siquiera cuando los dos jóvenes amenazan con golpearla al grito de “no se haga faltar el respeto, señora, que le puedo hacer daño”. Ella sale al paso con un “¡ponme un dedo encima, cobarde, y ¡llamo a la prensa!”. Otros dos jóvenes, que observaron de lejos, me dirán luego para justificarse: “Estaban grandotes, pero si le alzaban la mano a la señora, íbamos a brincar todos!”. Después de forcejear y escuchar bastantes insultos como quien oye llover, el abusivo parece haberse rendido.

 biometrico 216:00 Después de 9 horas, sólo faltan 10 personas delante en la fila. El sistema se cayó dos veces y hubo que re iniciarlo

16.00. Diez personas me preceden. Se ha armado una comunidad entre los que hacemos fila. Los vecinos nos hemos autonombrado (con cariño) los "sobrevivientes de la calle Zoilo Flores". Hemos podido organizarnos por grupos de 10 personas, cada uno con un representante que es responsable de los carnets de su grupo. Se ha dado prioridad a embarazadas y personas de la tercera edad. Se toma en promedio 1 hora cada 7 personas (si el sistema no se cae y ya se cayó dos veces hasta ahora). Sigo esperando.

17.50. Por fin llego a la puerta. Llamo a mi casa para avisar que pronto voy a regresar. En la puerta me encuentro de nuevo con los dos indeseables que quisieron colarse y que cada persona de la fila ha decidido sistemáticamente no dejar entrar. Veo que en la muñeca de uno de ellos dice #98, pero él no está dispuesto a esperar más. Ha mandado a traer a alguien que parece su novia (o esposa) y él dice que está embarazada, aunque no se le nota. La notaria le da la autorización para que pasen.

18.15. Estoy adentro, en la oficina de la notaria. Reparo en que ella está llamándole la atención al joven “colado” y a la novia por los disturbios en la puerta. Le dice que no lo va a empadronar y que debe volver mañana u otro día y que con gusto lo hará. El joven protesta nuevamente, aunque esta vez sin gritos, aseverando que a ella sí debería atenderla. La notaria le explica: “la única razón por la cual acá damos prioridad a las embarazadas, es porque la barriga les pesa y no pueden hacer cola por mucho tiempo. La señora no tiene barriga. Vuelva otro día señor, no los voy a atender”. Se escuchan aplausos.

¡Hecho!

18.20. Me preguntan mi UV, el colegio en el que quiero sufragar, dejo mis huellas dactilares en la máquina (de los diez dedos) y me toman la foto. Se nota el cansancio en el rostro de la notaria, pero no pierde el buen humor. A los que estamos adentro nos cuenta que en las anteriores elecciones sufrió una parálisis facial por los nervios con que vivió el proceso de empadronamiento. Entonces reparo en que, efectivamente, una parte de su rostro se mueve con dificultad al hablar. La primera foto que me toma no le gusta, “le saco otra ¿ya?”, me dice “y esta vez, ¿puede sonreír?, o ¿le hago un chiste?”. Sonrío, la notaria aprueba la foto y se imprime.

18.26. Lo logré! Tengo el biométrico en la mano. ¡Once horas y media después!

biometrico 418:26 Papeleta impresa, el resultado de la espera

 

 

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