“Ahora será la voluntad de Dios, si manda lluvia seguramente al año tendremos cosecha” encomienda el anciano que a sus 80 años ha visto pasar todos los eventos climáticos en el altiplano sur del departamento de Oruro.
“Hubo tiempos difíciles para nosotros, años en que no hubo lluvia y la gente se fue a Chile, otros a las ciudades, a Argentina, a Brasil y los que quedamos hemos sobrevivido con la ajara (otro grano andino, “padre” de la quinua) y otras plantas” refiere porque ahora las señales parecen las mismas de esos años de sequía y se suma la caída estrepitosa del precio.
Leoncia, su hermana, no pierde la fe de que la quinua real originaria de Bolivia sopesará la “mach’a mara” (año seco) porque ésta se adapta a los climas más hostiles del altiplano como temperaturas bajo cero y sequías extremas como ocurre este año.
La quinua (Chenopodium quinoa Willd) florece en condiciones de intervalos bruscos de temperatura (-10 grados centígrados a 25 grados centígrados), heladas frecuentes, altitudes mayores a 3600 m.s.n.m, poco oxígeno, escasez de agua y suelo salino, según estudios realizados hasta ahora.
En los últimos 20 años, la quinua cambió radicalmente su destino y su forma de producción. De ser un producto esencialmente dirigido al mercado interior y al autosustento pasó al mercado exterior y engrosó las commodities de Bolivia.
Ahora la quinua está presente en los principales supermercados del planeta, pero con un alto costo para las comunidades productoras que ahora miran el pasado con algo de nostalgia. Ya no tienen el monopolio de la producción de quinua, el ecosistema fue alterado y los precios están por los pisos. Al cierre de este reportaje, el precio del quintal de quinua (100 libras) en el mercado de Challapata (Oruro) es de 250 bolivianos.
En 2013, Año Internacional de la Quinua, esa misma cantidad de quinua llegó a costar hasta 2.700 bolivianos.
En los dos últimos años la producción de quinua en el altiplano boliviano se puso cuesta arriba sobre todo con la llegada de la pandemia de Covid-19 a Bolivia. Se cerraron las fronteras y el precio comenzó a caer estrepitosamente.
En 2013, la tonelada de este cereal altamente nutritivo en el mercado europeo tenía un valor de 9 mil euros (Bs 71.900 aproximadamente) la tonelada mientras ahora no pasa los 600 euros (4.700 bolivianos), según datos recopilados por
En 2013, la ONU declaró como el Año Internacional de la Quinua en reconocimiento a los pueblos andinos y a las valiosas propiedades nutricionales del milenario "grano andino".
Atrás quedaron los buenos tiempos
El aumento de la producción de quinua en otros países como España ha puesto en serios problemas a los productores de la región altiplánica que ahora deben regatear sus cosechas en el mercado informal de Challapata (Oruro) los fines de semana.
Isabel C., una comerciante de quinua que se dedica a la intermediación, afirma que la situación es “insostenible”. “Los hermanos productores piensan que nosotros estamos haciendo bajar el precio, pero no es así. El mercado se ha llenado de quinua y los precios han caído, esto nos perjudica a todos porque nosotros también somos productores, tenemos familias que viven de la venta de sus cosechas”, relata.
Los productores de quinua del departamento de Oruro se declararon en estado de emergencia ante la caída del valor del pseudocereal más famoso del mundo. "Ahora estamos en plena siembra y el precio está en 250 bolivianos, eso ni para el diésel nos alcanza. La lucha de los verdaderos productores de quinua ahora debe ser por un precio justo porque ya no se cubre el costo de producción" afirma Miguel Vera, presidente de la Cámara Departamental de Productores de Quinua de Oruro.
El precio mínimo para cubrir los costos de producción y transporte, según Vera, sería 700 bolivianos. No obstante, el mercado no está dispuesto a pagar ese precio aunque se trate de quinua producida orgánicamente.
No hay vuelta atrás
“Hace tiempo atrás decíamos que la quinua es el alimento del futuro, hicimos conocer la quinua al mundo y la quinua se adaptó al planeta” afirma el investigador de granos andinos Eusebio Calani en relación a la adaptación de este cultivo a regiones como Andalucía, España.
Hasta hace cinco años, Bolivia era uno de los principales países productores del “grano de oro”. Sólo en 2014, el departamento de Oruro exportó quinua por un valor de 168,7 millones de dólares, el más alto hasta ahora, mientras que en 2020 alcanzó a 63,9 millones de dólares, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
"La quinua tiene bondades muy especiales sobre todo los factores abióticos, tiene tolerancia a la sequía y sobre todo a suelos áridos. La quinua se va adaptando, tiene esa virtud desde el nivel del mar hasta los 4 metros sobre el nivel del mar y es uno de los cultivos que va enfrentar al reto del cambio climático, se irá adaptando” explica Calani.
“Muchos países lo han estudiado y a eso se debe que los mercados internacionales hayan mermado para la quinua de Bolivia, por eso se ha ido paralizando, esto implica que la quinua se ha ido adaptando a todo el planeta”, afirma.
Francisco Moreno, representante de la Unión de Pequeños Agricultores de Andalucía, Sevilla (España), tiene el panorama claro. Vivimos en un mundo globalizado y que la quinua o “quinoa” como se denomina en ese lugar se adaptó de manera exitosa al clima de esa región ya sea con riego o en secano.
Los productores españoles quieren aumentar la superficie de cultivo hasta en un 30% por su alta rentabilidad y la aceptación de mercados. "Hay agricultores que quieren aumentar la superficie a lo mejor en 20 o 30% más de lo que están sembrando y eso dependerá de la capacidad de comercialización, hay mucho interés por cultivar más porque hay perspectiva de que pueda crecer en la medida de que el mercado sea capaz de absorber más la producción", sostiene en una entrevista con la DW.
No hay punto de retorno, la quinua es un cultivo global. En España los costos de producción del “arroz inca” son bajos en relación a lo que cuesta en el altiplano de Oruro y no hay forma de competir con la producción a escala industrial que hasta quintuplica la cosecha anual de los productores nacionales.
Muy pronto, estiman los productores, España podría estar ofreciendo su producción a los mercados bolivianos como ya lo hizo con Perú.
Para Calani, visto desde otro ángulo podría tratarse de un alivio para el medio ambiente porque la agricultura intensiva a causa de los buenos precios de la quinua afectó a varias especies de la fauna y flora nativas hasta el extremo de que desaparecieron bosques enteros de t’olas y con ellas decenas de animales propios del altiplano.
Leoncia está convencida de que los buenos tiempos pasaron y que ahora la Pachamama (Madre Tierra) debe tomar un descanso.
Hace dos meses, la Secretaría Departamental de Medio Ambiente, Agua y Madre Tierra de la Gobernación de Oruro lanzó la alerta de la presencia del fenómeno de la Niña en ese departamento y aún no se conoce el impacto que tendrá en la producción de quinua.
A esto se suma la poca precipitación caída en las regiones productoras de quinua en los primeros meses de este año y tampoco hubo nevada en los meses de julio o agosto, antes de la siembra, lo que ha puesto en incertidumbre a los productores que sólo esperan que las primeras lluvias lleguen en diciembre y hagan brotar las primeras plantas.
Pese a las pocas precipitaciones, la quinua sembrada en agosto ya comenzó a crecer en las serranías ubicadas entre los salares de Coipasa y Uyuni. Crédito: Juan Carlos Véliz
El “tiempo ha cambiado”
Delia (65) dedicó casi toda su vida a la producción de quinua y a la crianza de llamas y ovejas en la región intersalar de Oruro. Para ella los tiempos han cambiado radicalmente pese a que en el pasado hubo sequías que provocaron la muerte de hatos enteros de llamas o hambrunas que obligaron a las familias a hervir cueros de llama o tubérculos nativos como el “qapaso” o el “layu layu” para sobrevivir a los malos tiempos.
La sequía de los años 80, recuerda la productora de quinua, desplazó a familias a las minas, a las ciudades y al exterior del país, pero paradójicamente cuando los precios de la quinua comenzaron a escalar como en 2013 muchas familias que habían migrado regresaron al campo con nuevos hábitos de consumo y costumbres, expandieron los cultivos con apoyo de maquinaria agrícola y se instaló la producción intensiva.
“La quinua gracias a Dios siempre nos ha acompañado, nos ha permitido vivir en el campo y también en las ciudades porque gracias a la producción muchas familias se han comprado casas o negocios” pondera.
El retorno de los migrantes transformó las comunidades, se crearon asociaciones de productores de quinua, se instalaron plantas procesadoras de quinua y el negocio de la quinua se dinamizó como la economía de la región, pero con un costo muy alto para el ecosistema frágil.
La sequía de este año trae a la memoria de Delia lo ocurrido hace años atrás. La quinua que sembró en las serranías de su comunidad ahora emerge de la tierra seca y repleta de piedras en medio de un fuerte sol que secó casi a todos los arbustos de la zona. Ese es el “milagro” de la quinua real de Bolivia que se adapta a los climas más extremos del planeta.
Las piedras en el cerro son conservantes de humedad y los productores pelean con perseverancia por mantener a las pequeñas plantas bajo la sombra de piedras o paja brava que es puesta como sombrilla una vez que nacen después de una semana de que las semillas son enterradas en una delgada capa de tierra. El objetivo es que sobrevivan y con las primeras lluvias que podrían caer en enero comenzarán a crecer y de sus mazorcas brotarán granos relucientes forjados bajos presiones climáticas fuertes.
Testimonio de Delia Morejón, productora de quinua. Las piedras en el cerro son conservantes de humedad para la producción de quinua. Crédito: Juan Carlos Véliz
El boom de la quinua
¿Qué es el boom de la quinua?
"Antes, el grueso de la quinua era destinada al consumo doméstico, o negociado en mercados locales. Después, y actualmente, la mayor producción de quinua se destina a mercados internacionales. Antes, la producción de quinua se integraba a un sistema agro-pastoril de marcada connotación tradicional, con escaso cambio tecnológico y sin perspectivas de alterar el ecosistema.
Después, la producción de quinua expande las áreas cultivadas, avanza sobre las pastoriles, quiebra el sistema agro-pastoril, redefine el proceso de producción, la diferenciación social y el destino del producto. Antes era la población rural y pobre de Bolivia la que consumía mayoritariamente la quinua.
Después, las clases medias y más acomodadas se convierten en las principales consumidoras del grano dirigido al mercado interno", señala María Teresa Del Barco-Gamarra y otros investigadores en el artículo Insustentabilidad de la producción de quinua en Bolivia.
Evolución de la producción de quinua 1991-2017
Ese boom comenzó incipientemente en la década de 1980 con un pico en la segunda década de este siglo y como resultado del incremento de los precios internacionales.
A partir de 2008 comenzaron a subir los precios hasta que en 2013 alcanzó su pico más alto: Año Internacional de la Quinua, según la ONU.
Como consecuencia la frontera agrícola se duplicó en cuatro años, según el Foro Andino Amazónico de Desarrollo Rural, de 38 mil hectáreas en el año 2000 a 72 mil hectáreas en el año 2013.
Decenas de tractores con arados a disco devoraron bosques enteros de flora nativa como la t’ola y exterminaron varias especies de fauna propia del altiplano.
No obstante, el rendimiento por hectárea no mejoró, aunque se usaron fertilizantes orgánicos y químicos. "Lo que pasa es que estos suelos son demasiado sensibles a los cambios humanos, se van degradando cada año porque se les ha quitado cobertura vegetal nativa, se han eliminado las barreras naturales para que el viento no se lleve la tierra y encima no se les da el tiempo para que recuperen sus nutrientes porque los productores quieren ganar", sintetiza Mariela Cautin, agrónoma del sector.
Con el auge de la demanda internacional, los procesos de beneficiado del producto también sufrieron una transformación porque ante las exigencias comerciales la limpieza debe ser realizada en plantas beneficiadoras que se instalaron a lo largo del altiplano y usan abundante agua para este proceso.
Hasta antes del boom, los productores se limitaban a emparvar, trillar y ventear el grano antes de almacenar para su comercialización.
Una migración obligada
Juan ya no tiene esperanzas en la quinua que en otro tiempo le permitió comprar una casita en Oruro y un tractor agrícola para mejorar la producción en sus parcelas. “Ya no conviene sembrar quinua porque el precio ni siquiera cubre el costo de producción y tampoco da para vivir”, lamenta pensativo. Está planificando viajar al norte de Chile para trabajar como empleado en la producción de fruta en esa zona.
Muchos productores están en el mismo dilema. Una alternativa es la minería cooperativizada que fue emergiendo con fuerza en el territorio indígena de Salinas (Oruro), que ostenta el título de Capital Nacional de la Quinua Real.
Otros apuntan a cambiar de rubro por ejemplo por la construcción, el transporte o el comercio minorista. Unos pocos buscan potenciar la crianza de llamas. En todo caso, “la esperanza está en la lluvia, si no cae nada hasta enero realmente se acabó nuestro mundo”, reflexiona.
Aun así, una visita a las comunidades que rodean a Salinas da cuenta de que los productores de quinua una vez más apostaron por la producción de quinua y sembraron grandes hectáreas en las planicies de esa región, aunque las plantas no emergieron del suelo o si salieron se quemaron en los primeros días a causa del calor y la falta de humedad
Un legado para las nuevas generaciones
En Mañica, municipio de Colcha K (Potosí), el gobierno municipal promociona la producción de quinua como parte de su oferta turística para que el mundo conozca las técnicas ancestrales del cultivo y para que sea testigo de que la quinua real no podrá ser reemplazada con la producción industrial y global.
Y ese es el legado que quieren dejar a las nuevas generaciones para que la siembra se realice de manera manual y dejando de lado el uso de maquinarias agrícolas.
Productores de quinua de Mañica, Potosí, promocionan la siembra de la quinua como un atractivo turístico. Crédito: Gobierno Municipal de Colcha K