Nicole Szucs / Especialista en alimentación
Vivimos en una época en la cual no podemos dar la alimentación por sentada, ya que esta se ve severamente afectada por los cambios climáticos y nuestras decisiones políticas y personales de cómo relacionarnos con nuestros sistemas alimentarios.
Día a día somos testigos de innegables efectos del cambio climático: las arduas sequías, las lluvias, las heladas a destiempo y las impredecibles temperaturas son unos cuantos impactos de este fenómeno que afecta directamente la seguridad alimentaria. Este año, la sequía ha obligado a Bolivia a importar más alimentos básicos de los países vecinos. La disponibilidad de agua y las temperaturas es algo que afectará cada vez más a la agricultura, convirtiéndonos en un país con menos soberanía alimentaria.
Lamentablemente la población rural que trabaja en la agricultura familiar es la más afectada, debido a que en general se encuentra en condiciones muy vulnerables a los impactos del cambio climático. La pérdida de los cultivos obliga a muchas personas a migrar y a dejar la agricultura como modo de subsistencia, abandonando así más fuentes de producción y de seguridad alimentaria.
Por otro lado, la expansión agrícola para monocultivos y ganadería no ayudan a la adaptación ni a la mitigación del cambio climático. Según la FAO la deforestación y la degradación de los bosques supone entre el 10-11% de las emisiones globales de Gases de Efecto Invernadero. Y en Bolivia, según datos de PNCC, la deforestación supone hasta a un 52.4% de las emisiones del país.
La ganadería es responsable de casi dos tercios de los gases de efecto invernadero agrícolas y del 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero de origen humano en todo el mundo. El creciente consumo mundial de carne está provocando que esta cifra aumente: El CIFOR nos indicó en el 2014, que en Bolivia el 60% de la deforestación había sido causada por la ganadería. La degradación de los suelos y la deforestación nos hacen más vulnerables a sufrir los impactos del cambio climático en la agricultura.
En el Día Mundial de la Alimentación debemos celebrar y agradecer la diversidad de alimentos en nuestro territorio, pero principalmente debemos cuestionarnos y actuar. Si nuestros sistemas de alimentación no protegen esta diversidad y los recursos naturales éstas se verán cada vez más afectadas por los impactos del cambio climático y la meta de seguridad con soberanía alimentaria será casi inalcanzable.
Debemos apoyar la agricultura familiar, la producción diversificada y encontrar en un balance de conocimientos ancestrales y nuevas tecnologías la manera de adaptarnos y mitigar el cambio climático respetando nuestra cultura y a la Madre Tierra. La tarea es de las personas tomadoras de decisión de políticas públicas y de los y las participantes de la agroindustria, pero también es nuestra, los y las comensales.
Consumir productos locales, de temporada y biodiversos, evitar el desperdicio, reducir nuestro consumo de carne y de productos ultra procesados puede ayudar a reducir nuestras emisiones de efecto invernadero y apoyar a las economías locales para la adaptación al cambio climático. Si en conjunto cambiamos lo que ponemos en nuestro plato y pensamos en los impactos de nuestras elecciones, podemos ser parte de la lucha por un más sano, sostenible y soberano sistema de alimentación.