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El Sernap aún no asume defensa de guardaparques procesados por cooperativista minero
Este 20 de febrero se realizará un juicio oral en contra de los guardaparques Raúl Santa Cruz y Marco Uzquiano por el supuesto delito de difamación y calumnia denunciado por el cooperativista minero Ramiro Cuevas, presidente de la cooperativa aurífera Virgen del Rosario.
El proceso fue iniciado por Cuevas tras los hechos sucedidos en marzo de 2023, cuando Rául Santa Cruz, entonces jefe de protección del Parque Nacional Madidi, intentó impedir el ingreso al área protegida de maquinaria pesada que sería destinada a la actividad de la cooperativa Virgen del Rosario.
Según el relato de Santa Cruz, el cooperativista minero lo agredió verbalmente al punto que tuvo que resguardarse en el campamento de los guardaparques para evitar una agresión física. Pidió ayuda a sus compañeros y a la policía. Y publico datos del hecho en su cuenta de Facebook al igual que Uzquiano, justo por esas publicaciones es que Cuevas acusó a ambos guardaparques por el delito de difamación y calumnias.
Los hechos ocurrieron mientras Santa Cruz cumplia sus funciones de resguardar el área protegida y fue reportado a las autoridades del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap), pero la entidad no asumió aún la defensa de los guardaparques. La Pública buscó conocer cómo está manejando la situación el Sernap pero no obtuvo respuesta.
Ambos guardaparques manifestaron hoy, en conferencia de prensa, su preocupación por el juicio que enfrentan y piden el respaldo de las instancias correspondientes toda vez que estaban cumpliendo sus funciones.
Asedio minero al corredor de conservación MADIDI-APOLOBAMBA-COTAPATA-PILÓN LAJAS
Un territorio sin ley. En eso se convirtió la región del Madidi donde la minería del oro trabaja de manera ilegal, sin control estatal. Esa actividad irregular ya devastó la región del río Kaka y está en plena destrucción de la zona del río Tuichi.
El tentáculo de la minería aurífera ahora amenaza a la zona de protección estricta y permanente del parque Madidi, una de las áreas protegidas más biodiversa del mundo, y de poco está alcanzando al Pilón Lajas y a Cotapata. Está en retirada de Apolobamba, donde la destrucción es desoladora.
Este corredor de conservación, compuesto por las cuatro áreas protegidas, es uno de los hotspot (gran riqueza de especies) de biodiversidad más importantes. En él se concentran flora y fauna de relevancia al mismo tiempo que naciones indígenas cuyos medios de vidas están sobrepuestos al corredor al igual que el 80% de la minería aurífera del país.
La deforestación y la contaminación de las fuentes de agua por la remoción de tierra y el uso de mercurio son impactos ambientales que también afectan la salud de indígenas y campesinos que viven en esas áreas y cuya alimentación tiene como base la carne de pescado. se centra en el pescado de los ríos como el Beni, kaka y Tuichi.
Las víctimas de esa contaminación son los peces, que traspasan el mercurio acumulado a quienes se alimentan de su carne. Los indígenas de la nación Ese Ejja es la más afectada porque lo consumen a diario, esto se suma a los múltiples problemas que enfrentan debido a la pobreza y la falta de atención del Estado.
La escasa presencia de las autoridades llamadas a controlar la contaminación ambiental y las operaciones mineras permite que la ilegalidad incluya empresas extranjeras, en alianza con las cooperativas mineras extraigan desenfrenadamente oro de manera ilegal y causando un alto impacto socioambiental en la región.
Un esfuerzo privado intenta introducir nueva tecnología para reducir el uso del mercurio, fomentando la práctica de minería responsable. Aunque, algunos activistas consideran que los resultados positivos son incipientes frente a la magnitud de la actividad minera en el corredor de conservación, que solo se ve que crecerá por diversas razones ahora favorables para los mineros.
Corredor de conservación, la mayor zona minera de oro del país
El 60% de todo el oro exportado de Bolivia, en 2018, fue extraído por las más de 1.000 operadoras mineras, principalmente cooperativas, ubicadas en el corredor de conservación Madidi-Cotapata-Apolobamba-Pilón Lajas, que se superpone a la región minera aurífera más tradicional e importante del país.
Así lo afirma la WCS en una investigación que publicó en 2020. Se trata de un diagnóstico que refleja la situación de las actividades de minería aurífera en esta región de alta biodiversidad, su nivel de intensidad y expansión y sus impactos ambientales sobre áreas claves de biodiversidad, áreas protegidas, territorios indígenas, cuencas, bosques íntegros, biodiversidad y otros valores de conservación dentro del corredor.
El corredor de conservación abarca más de 4.620 hectáreas de extensión, el 43% de la misma es ocupada por las cuatro áreas protegidas, donde hay 14 áreas claves de biodiversidad.
Sus principales servicios y funciones ambientales son la provisión de agua y el almacenamiento de carbono, pero ese ecosistema tiene como principal amenaza a la actividad minera, la hidrocarburífera y la construcción de carreteras.
Es una región altamente dinámica en términos sociales, económicos y políticos, según la WCS porque allí confluyen distintos tipos de organizaciones como las centrales de pueblos indígenas, sindicatos campesinos, consejos indígenas, consejos regionales, comunidades campesinas, capitanías, cooperativas agrícolas, comunidades que son parte del Consejo nacional de Ayllus y Markas de Qullasuyu, organizaciones de mujeres, cooperativas agrícolas, cafetaleras y otras distribuidas en las diversas provincias.
A pesar de las actividades productivas, pero principalmente de la minera aurífera, la mayoría de los municipios son pobres; la gran mayoría, se encuentra con niveles de pobreza mayores al promedio nacional, y con bajísimos porcentajes de servicios básicos, principalmente alcantarillado.
La pobreza de la zona ha impulsado a muchos pobladores a insertarse en la minería cooperativista, que probablemente sea la actividad económica más importante de la zona en la actualidad.
La superposición también afecta a los territorios indígenas de lecos, tacanas, quechua, ese ejjas, chimanes y mosetenes, lo cual causó irregularidades y violaciones a los derechos de los indígenas en lo que referente a la consulta previa e informada.
“En la práctica muchas comunidades llegan a acuerdos de compensaciones económicas directas que debe pagar el operador minero sin que el Estado pueda intervenir en estos acuerdos que no están contemplados en la normativa vigente y que se constituyen en una práctica que distorsiona los alcances de los beneficios de los pueblos indígena-originario-campesinos al que se refiere la norma y que tanto el nivel central como gobernaciones y municipios no ha regulado con claridad este aspecto”, según el estudio de la WCS.
Una muestra de esta práctica se dio en Mapiri, en agosto de 2012. La comunidad indígena leco Charopampa y la Cooperativa 15 de Mayo firmaron un convenio por el cual se acepta que sigan con la actividad minera dejando de lado el daño ocasionado al río Mapiri y las consecuencias de las poza-minas trabajadas sin la correspondiente mitigación ambiental, que fue lo que motivó a esa población a pedir la cancelación del contrato minero a esa cooperativa minera.

La gran amenaza es que, en el caso de la minería, el plan sectorial tiene como meta la generación de ganancias, prioriza el desarrollo de cadenas de valor minero-metalúrgicas y la política minera no contempla medidas y acciones destinadas a la reducción de impactos negativos.
“Las cuestiones ambientales, sociales y laborales (relativas a Seguridad y Salud Ocupacional SySO), han sido relegadas a un segundo plano y se limitan a la obtención de licencias ambientales y contratos, con relación al sector minero aurífero no existen políticas específicas”, analiza la WCS.
Como ya ha sido ampliamente analizado por diferentes instituciones de investigación, existe una débil articulación interinstitucional entre el Ministerio de Medio Ambiente y el Ministerio de Minería y Metalurgia, así como en sus entidades descentralizadas como el Servicio de Áreas Protegidas (Sernap) y la Autoridad Jurisdiccional Administrativa Minera (AJAM), que ha derivado en el crecimiento de la informalidad e ilegalidad del sector.
Los procesos de otorgación de derechos mineros y adecuación a contratos son muy lentos. Los datos de WCS señalan que entre 2014 y 2019 sólo el 12% de los derechos mineros lograron su adecuación y sólo 21% de las solicitudes de Contratos Mineros pasaron a la Asamblea Legislativa Plurinacional (APL) para su aprobación.
Son varios los factores para el escaso control y fiscalización al sector. No se concluyó con la migración de las concesiones a los contratos mineros que rige desde la Ley de Minería de 2014. Y ante la “excesiva burocracia” en la AJAM, las cooperativas mineras trabajan sin contratos, por tanto, no cuentan con licencia ambiental y no realizan la consulta previa e informada en los territorios indígenas.
El estudio, publicado en 2020 por la WCS, contabilizó 290 operaciones mineras: 231 en Apolobamba; 41 en Madidi y 18 Cotapata. En Pilón Lajas establecieron que la actividad es aún artesanal; en las comunidades indígenas La Embocada y Charque trabajan de manera esporádica.
En el corredor existen 1.066 operaciones mineras registradas que realizan minería, principalmente aurífera. Los impactos por estas actividades afectan una superficie de 259.794 hectáreas, equivalente a 5,7 % de la superficie del corredor.
Las 15 Áreas Clave de Biodiversidad (ACB) existentes en el corredor representan el 47 % de su superficie (2.130.022 ha) y tienen superpuestas 457 operaciones mineras que impactan en el 6,8 % de este espacio. Se han identificado 8 ACB con mayor impacto minero en el corredor.
Las áreas protegidas de interés nacional: Apolobamba, Madidi, Cotapata y Pilón Lajas, representan el 49 % del área del corredor (2.225.435 ha) y tienen 290 operaciones mineras superpuestas, que generan impactos ambientales en el 5,8 % de su superficie. Apolobamba tiene la mayor presencia y afectación minera (231 operaciones), seguida del Madidi (41) y Cotapata (18).
El investigador ambiental Oscar Loayza, miembro del equipo técnico de WCS, en un webinario del CIDES realizado en febrero, dio a conocer que más de 500 actividades mineras fueron registradas entre 2010 y 2020 en las cuatro áreas protegidas, según datos del Sernap. En Apolobamba se registraron 394 áreas mineras otorgadas y 94 en el Madidi como muestra el siguiente cuadro.
Las cooperativas mineras auríferas representan el 74% de operadores mineros dentro del área del corredor de conservación, el 24% son empresas privadas (al momento del estudio muchas de estaban sin actividad); mientras, que las estatales solo llegan al 2%.
Las cuencas hidrográficas presentes en el área del Corredor, de Norte a Sur son el Tuichi, Mapiri, Kaka, Quendeque, Beni, Coroico, Alto Beni y parte del rio Boopi. En estas cuencas, las aguas superficiales a nivel de escorrentía o cuerpos de agua que son afectadas por la actividad minera son principalmente la cuenca de Mapiri, Tuichi y Kaka.
También los macizos rocosos forman un tipo de acuíferos (o las aguas subterráneas) son afectados principalmente por los trabajos subterráneos, donde las excavaciones que se realizan permiten la salida de agua a manera de filtraciones, reduciendo el volumen de agua de los acuíferos.
Es precisamente la cuenca del río Mapiri, en su parte Central, donde las actividades mineras son de intensidad Muy Alta y que los acuíferos presentes se presentan en rocas sedimentarias con muchos planos de discontinuidad (macizo rocoso de calidad regular a mala) y por tanto es afectada en el volumen y en la calidad de agua de estos acuíferos. Otros acuíferos que son afectados por las actividades mineras son las que se encuentran en la cuenca del rio Tuichi principalmente en la parte alta de la cuenca.
Territorios indígenas vulnerados
Un problema recurrente de la expansión minera, es que normalmente se expande sobre territorios de Pueblos Indígenas Originarios Campesinos (PIOC), lo que supone una serie de conflictos de interés, precisamente por ello, se han desarrollado una serie de normas que intentan precautelar el cumplimiento de los mismos, pero a la vez se han delimitado sus competencias.
El Corredor de Conservación tiene una presencia importante de pueblos indígenas, el informe de Monitoreo de actividad minera en el Corredor realizado por el Ministerio de Medio Ambiente (2018) establece la existencia de los siguientes pueblos indígenas en el territorio mencionado
Los territorios indígenas más afectados por actividad minera, en proporción a su superficie son:
- Marka Cololo Copacabana Antaquilla, con una afectación 24.288 hectáreas, es decir el 62% de su territorio.
- Pueblos indígenas lecos de Larecaja, con una afectación de 23475 hectáreas,equivalente al 14% de su territorio
- Organización originaria Marka Camata, con una afectación d 5.882 hectáreas,equivalente al 12% de su territorio.
Otros que se encuentran vulnerables son: la Central Indígena de Pueblos Lecos de Apolo y Pueblo Indígena de San José de Uchupiamonas, en los cuales tiene lugar la minería de base comunitaria.
Este dato es importante, puesto que no solamente estamos hablando de minería realizada por externos, sino también por emprendimientos mineros realizados por las mismas poblaciones indígenas, en muchos casos por considerarse parte de una actividad tradicional y en otros por las expectativas de mejorar sus condiciones económicas.
Y en el caso de algunas comunidades de Madidi y de Pilón Lajas ya han decidido conformar sus propias empresas o cooperativas para realizar directamente ellos la explotación del oro.
El Corredor de Conservación Madidi – Pilón Lajas – Apolobamba – Cotapata está ubicado en dos departamentos, cuatro áreas naturales protegidas, nueve provincias y 18 municipios, ello implica el concurso de una gran cantidad de actores sociales.
Esta diversidad se refleja por ejemplo en los sujetos de consulta. En el departamento de La Paz más de la mitad (60%) de los procesos de consulta fueron llevados a cabo en sectores afiliados a la Central Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) y a la Confederación Sindical de Comunidades Indígenas y Originarias de Bolivia (CSCIOB), vale decir, sectores campesinos e interculturales.
Mientras que los sectores afiliados a las matrices indígenas y originarias como la CIDOB y el CONAMAQ alcanzan al 30% de los procesos de la consulta. En el Beni, todos los procesos de consulta fueron presentados al sector campesino.
Es necesario mencionar, que todos estos actores cuentan con intereses diferenciados y en los últimos años han sufrido un proceso de cooptación, desinstitucionalización y resquebrajamiento de su estructura orgánica, que ha mermado su capacidad de organización y de negociación frente al Estado y frente a actores económicos como las cooperativas.
Indígenas de Madidi y Pilón Lajas deciden ser mineros para “proteger sus territorios”
“No vamos a permitir que ninguna empresa o cooperativa minera entre a nuestra comunidad”. Esa afirmación la repiten en distintas comunidades indígenas del Madidi y Pilón Lajas. Aseguran que esa actividad solo les dejará contaminación y depredación en sus medios de sustento.
El rechazo se debe a que no quieren que sus territorios sean devastados como sucede en regiones como Guanay, Mapiri o Apolobamba, o con los ríos más cercanos como el kaka (La Paz), el Beni (en La Paz y Beni) y ahora con el Tuichi que está en el mismo Madidi.
En el último año afloró el descontrol de la ilegal actividad minera en el área protegida Madidi, una de las reservas naturales más biodiversa del mundo ubicada en el norte de La Paz, de donde se extrae oro con maquinaria pesada y dragas de grandes dimensiones, la contaminación que causa el uso excesivo de mercurio y los problemas sociales que han derivado en violencia en la zona de Apolo.
Frente a eso los indígenas ven que la única forma de salvar sus comunidades y sus medios de vida (sus tierras, sus cultivos y sus recursos naturales) es demandar las cuadrículas mineras y explotar ellos mismos el oro de manera artesanal. Lo hacen por décadas. Ya no trabajarán en sociedad con empresas o cooperativas mineras como pasa actualmente en algunas comunidades por un porcentaje de las ganancias, de más o menos 20%.

Así lo afirma Domingo Ocampo, dirigente de la comunidad Torewa ubicada dentro del Territorio Indígena Comunitario de la Central Indígena del Pueblo Leco de Apolo (CIPLA), en el Madidi. Si bien también están afiliados a la Federación de Campesinos de Apolo, más del 90% de sus habitantes son indígenas chimanes y mosetenes.
“A nosotros nos hubiera gustado no mover nada sobre el asunto minero, trabajar nuestros chacos como estamos acostumbrados a producir todo lo que es agricultura”, pero -dice Ocampo- se organizaron para crear una cooperativa minera y explotar el oro que hay en las riberas del río Beni para salvar sus áreas de producción.
Para llegar a la sede de la comunidad caminamos en medio de platanales, es “el producto estrella” de Torewa, según los habitantes. Era el último lunes de febrero. Los comunarios terminaban una reunión con técnicos de la AJAM y cooperativistas mineros. No divulgaron los términos del encuentro. Compartieron un almuerzo y se tomaron una foto conjunta.

Hasta esa sede, han llegado representantes de empresas chinas y de cooperativas mineras, en diferentes oportunidades en los últimos años.
“Principalmente, chinos han llegado. Aquí (cerca) estaban haciendo una medición para ver qué cantidad podrían invertir. Nos ofrecieron como 50.000 dólares para arreglar todo el asunto de las tierras. Ellos iban a trabajar (en la extracción del oro) y nos iban a dar un porcentaje. Así, lo tradicional”, recordó Ocampo, también miembro de la Mancomunidad de Comunidades afectads por las hidroeléctricas.
No aceptaron ninguna propuesta. En 2019, iniciaron los trámites ante la AJAM y el Sernap solicitando las cuadrículas mineras de su territorio. Tras la pausa por la cuarentena debido a la pandemia de la Covid19, han retomado los trámites.
“Nosotros no somos mineros, somos agricultores. Para nosotros hubiera sido lo ideal que nadie toque estos lugares, pero ahora muchos ya han anunciado que van a hacer este trabajo, empresas, cooperativas extranjeras, … y bueno lo único para cuidar nuestra área es lo que podemos hacer”, explica.
- ¿Y corresponde hacer consulta previa informada?
- ¿Aquí? ¿Nosotros a nosotros mismos? No, pues. No sé qué corresponde ahí, pero hay empresas, por ejemplo, hace poco han venido de la Cooperativa Minera Aurífera “Milliscuni II” S.R.L, de Río Hondo. Ellos están un poco afectando la parte norte de nuestro territorio. Han venido a ver cómo concretamos un acuerdo, pero nosotros estamos sujetos a una decisión de la asamblea. No sé qué decisiones tomaremos, explica.
No saben cuándo les otorgarán los derechos mineros sobre las cuadrículas solicitadas en la AJAM. Les falta “los últimos papeleos en el Sernap”.
“Pero la preocupación que siempre ha llevado a la comunidad a pensar era cómo protegemos nuestra área el lugar, es solamente organizándose, ser digamos una sociedad igual que los otros, pero con un fin distinto: de proteger nuestra área de producción. Podemos trabajar en el asunto minero en el lecho del río sin dañar nuestras áreas de producción, lo que no puede hacer un minero, uno que tiene ese espíritu de trabajo de esa naturaleza”.
En la comunidad indígena vecina, llamada también Torewa, a la cual llegamos tras caminar casi por una hora por medio de la selva desde el río Beni, hablamos con su corregidor César Sánchez.
Hasta allí llegaron tres empresas mineras en el último año, entre ellas Coboldrom. Sus propuestas han sido rechazadas, porque dice que no quieren ser otra Guanay o Maripiri donde “están arruinando el río con la maquinaria”.
Esas determinaciones le hicieron saber a la AJAM, a través de resolución comunal, recordándole que la Constitución Política los ampara y que antes de comenzar cualquier trámite tienen que hacer la consulta previa e informada. Le han pedido, al igual que al Sernap, que les hagan conocer a qué empresas ya dieron las cuadrículas de su comunidad.

“En estas semanas iremos al mismo tiempo a la AJAM y al Sernap, para que no nos tomen el pelo. El Sernap nos va a dar unos documentos, porque nosotros somos dueños del territorio como Polígono 1 titulado”, remarca Sánchez.
En las últimas asambleas, la CIPLA ha determinado adjudicarse las cuadriculas de su territorio, bajo esa consigna, el corregidor de Torewa tiene la meta de obtener los derechos mineros para su comunidad. Aunque piensa que, si no logran parar a las empresas, tendrán que negociar de alguna forma, para no pelear o hacer una demanda que es lo más costoso.
“Las empresas y cooperativas no quieren dejar ni un pedacito sin explotar y amplían sus trámites. Por eso nos oponemos a que otra empresa entre porque lo va a barrer todo. Nosotros solo lo necesario vamos a extraer de manera artesanal”.
Pilón Lajas y el CRTM
A media mañana del 28 de febrero, mientras navegamos en el río Beni hacia la comunidad Charque, ubicada en la Reserva de la Biosfera y Tierra Comunitaria de Origen Pilón Lajas, observamos a algunos indígenas en la faena del lavado de tierra en bateas en busca de oro, en algunos lugares se ven solo los caballetes, formado por tres delgados y cortos troncos, y algún promontorio de arena.
Esa es la manera artesanal de extraen oro y así es como quieren seguir haciéndolo, por eso en octubre de 2021, rechazaron la intención de la empresa Coboldrom S.A., que tiene un contrato con la AJAM, de explorar y explotar minerales en Pilón Lajas.
Tras una asamblea, emitieron una resolución en la que acusan a la AJAM de dar autorizaciones mineras dentro su TCO “sin estudios de impacto ambiental, sin consulta previa e informada a los pueblos indígenas del Pilón Lajas que se ven afectados por la presencia masiva de poblaciones de fuera que llegan a dragar ríos y sus afluentes, que amenazan la cultura y forma de vida de nuestro pueblo, actividades que significan la contaminación de aguas, suelos y peces, que constituyente nuestro sistema alimentario”.
El último lunes de febrero, al llegar al ingreso a la comunidad Charque en busca del corregidor para conocer su versión sobre la oferta de la minera Coboldrom, dos indígenas se encontraban en plena faena. Usan bañadores para lavar el material y extraer el oro.
Están molestos con nuestra presencia. No quieren hablar del tema. Piden que le pregunte a su dirigente del CRTM. Mencionan que ya les han informado que van a organizar una cooperativa, “y estamos de acuerdo las seis comunidades”, dice uno de ellos, sin precisar los nombres.
Según el pronunciamiento del CRTM, de octubre de 2021, la comunidad rechazó la oferta económica que le ofreció Coboldrom, que incluía un pago extra para los dirigentes.

Un día después, en Rurrenabaque, hablamos con Fernando Ara, presidente del Consejo Regional Chimanes Mosetén (CRTM), quien nos confirma que es la voz autorizada para hablar sobre su territorio, el Pilón Lajas donde habitan más de 2.500 indígenas mosetenes, chimanes y tacanas, unas 535 familias en 23 comunidades.
Sobre la decisión de conformar una cooperativa, dice que hablaron del tema en las tres últimas asambleas, pero que la decisión final la tomarán en una asamblea donde participen no solo cinco representantes, sino 10 por cada una de las 23 comunidades y que tengan derecho a voz y voto.
“Cuando son cosas mayores y de gran riesgo, convoco a una asamblea para someterlo a consulta. Que sea la asamblea con cinco representantes por comunidad con derecho a voz y voto. Ellos son los que toman la determinación, previa información técnica clara de qué estamos hablando, y mi responsabilidad es hacer cumplir la determinación”.
- Insisto en la pregunta, entonces, ¿aún no han tomado la decisión de formar una cooperativa para explotar oro?
- Bueno, en sí ha habido asamblea, dos o tres asambleas para analizar y debatir (…). Más es de análisis del tema minero, para ver de qué manera nos va a afectar, cómo vamos a contrarrestar, cómo vamos a hacer resistencia. Vamos buscándole, una vez encontremos ya la forma de cómo resistir o resguardar el territorio, ahí ya vamos a sacar definitivamente una resolución…”
Dos semanas después, Ara fue denunciado porque su nombre aparece en un contrato minero con la AJAM por el cual tiene derechos mineros dentro de Pilón Lajas.
En la TCO San José de Uchupiamonas, la situación no es diferente. Aunque a pesar de su determinación de no permitir el ingreso de ninguna minera, los últimos días de febrero, se sorprendieron cuando una cooperativa con el mismo nombre de la comunidad intentó ingresar a su territorio con maquinaria para realizar actividad minera.
El Rurrenabaque, el último día de febrero, hablamos con Pedro Macuapa, corregidor de San José de Uchupiamonas, quien nos contó que enviaron una carta a la AJAM solicitando que dejen sin efecto los contratos con las mineras y las cooperativas hasta que la comunidad formalice su demanda de cuadrículas.
- ¿Van a demandar las cuadrículas?
- Exactamente.
- ¿Ya iniciaron los trámites?
- Ya hemos iniciado. Esta va a ser ya la tercera, (el) tercer documento que vamos a enviar al gobierno y a la AJAM.
- ¿Cuándo fue la primera vez?
- Si mal no recuerdo, en octubre del año pasado.
El corregidor uchupiamona espera que el gobierno tome en cuenta sus votos resolutivos y que se paralice la adjudicación de las cuadrículas a los mineros. Van a continuar con la minería artesanal.
Asegura que en su comunidad no usan mercurio. “Nosotros siempre lavamos con lavaderitos o bateítas (recipiente). Mi padre ha sido minero siempre y gracias a eso por lo menos nos puso a una escuela, un poquito a una educación superior. Eso es lo que venimos peleando y vamos a seguir peleando por ese tipo de actividad, que no sea tan contaminante tan depredador”, afirma.
LA ESTRATEGIA
Para Álex Villca, activista ambiental y emprendedor turístico, el gobierno de turno ha sido “muy hábil” al involucrar en estos temas a muchos actores como son los cooperativistas mineros, las organizaciones de los pueblos indígenas, las empresas mineras que tienen intereses en común y se burlan de las normativas nacionales e internacionales.
“Dada la aguda crisis económica en nuestros territorios, en nuestras comunidades, es obvio que surjan familias que quieren entrar a estas actividades, porque nos están induciendo a que nosotros tengamos como último recurso el convertirnos en parte también de ese modelo económico extractivista, ya sea minero, ya sea de explotación forestal, ya sea el agro-negocio, sea la ganadería, cualquier actividad con tal de encontrar sustento para nuestra familia”, lamenta Villca, también vocero de la Coordinadora Nacional de Defensa de los Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas de Bolivia (Contiocap).
La responsabilidad del daño a las áreas protegidas es también de los autoridades locales y departamentales, pero el promotor es el nivel central con un conjunto de leyes y decretos que favorecen el crecimiento de estas actividades económicas extractivas.
Villca menciona que la Ley 535 de minería, por ejemplo, es permisible y atentatoria a los derechos fundamentales de las personas, de los derechos humanos y de la naturaleza, porque abre las áreas protegidas y los territorios indígenas a las actividades extractivas mineras.
Ambientalistas e indígenas lamentan que se haya simplificado la consulta previa, libre e informada a un trámite administrativo que además establece que si en tres reuniones los interesados (el operador minero, la AJAM y los afectados) no llegan a entendimiento, el Ministerio de Minería toma la decisión final.
“Eso es violentar un derecho elemental que tenemos los pueblos indígenas, como es el derecho a la consulta, de hecho, ellos dicen que la consulta en nuestro país no es vinculante, entonces es simplemente un proceso administrativo el que intentan simular y al final siempre se van a imponer”, lamenta el indígena uchupiamona.
Con toda firmeza, dice, que los pueblos indígenas tienen que prepararse para entender las dinámicas económicas del país y no ser presa fácil del poder económico y político que los convencen de que tendrán mejores condiciones de vida o de empleo.
“Cuando vemos experiencias de casos similares de extractivismo, sea minero, petrolero, explotación forestal o de otra índole, allá donde se han desarrollado estas actividades han dejado a las poblaciones locales e indígenas en peores condiciones de lo que estaban antes de recibir el proyecto extractivista”, aclara.
En 2019, habían 550 cuadriculas solicitadas, sobre todo en la cuenca del río Tuichi. Según La Nube, la AJAM registra -entre mayo y noviembre de 2021- 6.023 cuadriculas mineras. “Eso representa alrededor de 150 mil hectáreas afectadas, es decir el 8% de la totalidad de la extensión que tiene el Madidi. El proyecto Chepete El Bala solo va afectar el 2% del Madidi, es una cifra abismal y debería preocuparnos a todo el pueblo boliviano”.
“Este ha sido un proceso bien planificado”, sentencia el guardaparque Marco Uzquiano.
Si vemos los mapas de marzo en Madidi, desde las nacientes del Tuichi hasta el río Beni no queda una sola cuadrícula. Sobre el Pilón Lajas, asegura que todo está cuadriculado desde el río Quembeque.
“Están completando el plan estratégico que tienen. Se han constituido una o dos cooperativas de los dirigentes del CRTM y lista de socios. Eso nos da a entender que el siguiente paso es Pilón Lajas”, dice Uzquiano.
Todo comenzó –dice- en 2013 con la rezonificación del Parque Nacional Madidi, luego en 2014 se promulgó la Ley Minera y en 2018 y 2019 se cambia el reglamento ambiental, se elimina la ficha ambiental y se activa la categorización ambiental.
“Así se preparó el marco normativo para que sea permisivo” y en 2021, se debilitó la institucionalidad del Sernap, varios guardaparques fueron despidos o cambiados a otras regiones sin justificación. Y finalmente, se dividió a su asociación, la ABOLAC, creando una paralela afín al gobierno.
“Se debilita el control y vigilancia para quitar el blindaje que tenían las áreas protegidas. Ahí viene una incursión con fuerza de la minería, que se vio primero en Apolobamba, y desde 2020 en Madidi”, analiza el guardaparque.
El aliado estratégico de los guardaparques para la protección eran las comunidades indígenas, ahora son captados por los actores mineros.
“Ahora están haciendo meter a los indígenas como cooperativas, para que sea el indígena que destruya su propio territorio. Van a decir, si son los propios indígenas los que están contaminando, y ¿a quién se va a defender? Se quita la moral la ética que queda todavía”, explica Uzquiano, quien ahora trabaja en la Estación Biológica de Beni.
Los grandes capitales les provean maquinaria, eso le preocupa porque les inducirán a que se despojen de sus tierras y sus recursos naturales.
Las áreas protegidas han sido rebasadas en su control y vigilancia, el guardaparque ya no tiene autoridad ahí dentro. Su trabajo se limita a exigir a los mineros la licencia ambiental y la autorización del Sernap. Con el control del ingreso de maquinaria, lo único que se logra es multar y recaudar por ello, pero no se parará la actividad minera.

Ya no se tiene la capacidad para activar lo mecanismo de vigilancia. No tenemos refuerzo. Los mineros están haciendo lo que les da la gana. Dejaron la responsabilidad al guardaparque, los de la Armada ni la policía hace el control.
“Nos quieren callar por completo. Quieren que todos sean mineros para que no molestemos. Ahora apuntan el cañón hacia los ambientalistas. A los guardaparques nos someten a acoso laboral, nos cambian, nos mueven”, lamenta.
Este material fue desarrollado en el marco del proyecto “Construyendo capacidades en comunicación para la conservación de la biodiversidad en el Corredor de Conservación Madidi – Pilón Lajas – Cotapata”
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