Milen Saavedra / El Alto
“Gorda grasienta”. “No te acabes la comida”. “Por tu culpa no comemos”. Los insultos no cesaban. De hecho fueron el pan de cada día durante la infancia de Angélica M., una joven alteña que ahora sabe que fue víctima debullying. La palabra es lo de menos para ella; el descubrir que es una forma de agresión que afecta a estudiantes victimizados por sus propios compañeros, sin motivo racional, y que hoy es condenada y penada, la hace sentirse no mejor, pero sí capaz de enfrentarlo y de ayudar a otros a combatirlo.
En su caso, fueron años de recibir insultos y de considerarlo “normal”, de sentir que era su culpa, por “ser gorda” y que por ello mismo no valía la pena comentarlo ni con sus padres ni con sus maestros.
Hoy, Angélica tiene 16 años y junto a otros estudiantes de su colegio apoyó la creación de lasBrigadas Estudiantiles de Seguridad, conformadas por 4.000 adolescentes de El Alto. En mayo, las brigadas fueron parte de un proceso de capacitación del que esperan salir lo suficientemente armadas como para hacerle frente al temido acoso escolar del que, afirma la estudiante Roxana Huanca de la Federación de Estudiantes de Secundaria, se sabe que está presente, de distintas maneras, en los casi 400 establecimientos escolares de El Alto.
Elbullying, también conocido como acoso, hostigamiento o matonaje, “es cualquier forma de maltrato producido entre escolares de forma reiterada, a lo largo de un tiempo determinado”, define Nancy Chambi, jefa de la Dirección de Protección a la Niñez de El Alto. En el país está penado por el Decreto Supremo 1302, que busca erradicar la violencia del ámbito escolar.
Según la Comisión de Educación y Cultura del Concejo Municipal de El Alto, el50% de los estudiantes de esa urbe sufren algún tipo de bullying, principalmente burlas que apuntan a las características físicas, lo que es reflejo de una sociedad discriminadora.
De 2007 a 2010,Voces Vitales realizó un diagnóstico nacional y dos diagnósticos regionales sobre el acoso escolar. El Diagnóstico Nacional “Por el derecho a una vida escolar sin violencia” incluyó a una población de 6.700 estudiantes entrevistados, los que han permitido conocer y poner en evidencia que 4 de 10 estudiantes son víctimas de acoso escolar; 5 de 10 son acosadores, 6 de 10 espectadores; y 6 de 10, víctimas de maltrato por parte de docentes.
El problema es que “no hay denuncias específicas sobre este tema”, explica Ramiro Cusicanqui, asesor de la mencionada Comisión. “Este tipo de problemas se tolera en los colegios o se arregla entre las familias de la víctima y el acosador, y no se denuncian ante la Defensoría de la Niñez”. Los estudiantes que son parte de las Brigadas Estudiantiles tienen entre sus funciones precisamente promover la denuncia.
El Alto suele presentarse como una ciudad orgullosa de su origen migrante y carácter combativo. De allí su consigna “El Alto de pie y nunca de rodillas”; aunque detrás de ella se esconden muchas divisiones debido, según el sociólogo Juan Mollericona, que hizo la investigación “Paradorcito eres, ¿no?. Radiografía de la violencia escolar en La Paz y El Alto”, a la diferenciación social generada a partir de distintas etapas de migración desde el área rural y el poder adquisitivo de unas familias respecto de otras. La misma investigación indica que la violencia en la escuela es transversal a la vida social, de manera que los adolescentes que presentan problemas en sus relaciones familiares traducen ese comportamiento entre los compañeros de estudios.
Discriminación y bullying, males que no se denuncian
Para tratar de resolver el problema, el Municipio de El Alto organiza talleres: “Los hacemos en los colegios, a pedido de los directores. Los temas están centrados en autoestima, inclusión y respeto”, indica Rolando Ugarte de la Unidad de Promoción al Acceso y Permanencia Escolar. Sin embargo, esos talleres son esporádicos, dos o tres veces al año, sólo asisten los alumnos, no sus maestros ni sus padres, y no se realizan en todos los colegios de la ciudad. Se convierte, pues, en una solución momentánea.
Integrantes de la Federación de Estudiantes de Secundaria de El Alto realizan una marcha en contra de la violencia infantil FOTO: Cortesía Roxana Huanca.
Es cierto que para superar estas miradas se debe realizar un trabajo mayor, que tiene que ver con la educación. Pero mientras esto se concreta, denunciar puede resultar el arma más efectiva para salvar a la víctima.
La magnitud real del problema en El Alto es difícil de medir, pues el número de denuncias no es muy alto, dice Nancy Chambi, jefa de la Dirección de Protección a la Niñez de El Alto, situación confirmada por unestudio realizado en 2013 por el Centro Boliviano de Investigación y Acción Educativas (CEBIAE), en el que se indica que sólo el 10% de las víctimas en el país denuncia actos de este tipo de acoso.
El bullying no es un problema de números, dice la estudiante Roxana Huanca. Es probable que en Bolivia no afecte a tantos estudiantes como para constituirse en un problema masivo; pero basta con que haya un caso como para que sea preciso tomar medidas drásticas. De lo contrario, los “matones” se acostumbran a hacer víctimas de los más débiles y éstas pasan la vida sintiendo que no hay otra forma de convivencia, con desenlaces que pueden llevar incluso al suicidio o al asesinato.
“El año pasado,en la zona Cosmos 79 del Distrito 3, un grupo de estudiantes, después de acosar por mucho tiempo a un compañero de colegio, terminaron por matarlo”, cuenta Huanca. Ese caso decidió a la Federación de Estudiantes de Secundaria de El Alto a concretar acciones en contra del bullying, a través de las Brigadas Escolares.
En el caso de El Alto, el acoso escolar es ejercido, principalmente, por estudiantes que además integran pandillas. La Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen da cuenta, en uno de susinformes más recientes, de que en esa ciudad existen al menos 23 grupos delincuenciales juveniles, conformados por adolescentes de 15 años, que constantemente protagonizan atracos y peleas no sólo en sus establecimientos educativos, sino también en otros espacios públicos.
“Falta ayuda”, reclama Huanca, pues en las unidades educativas alteñas no hay policías. Esto les llevó, en 2012, a crear el Programa de Brigadas Estudiantiles de Seguridad. “Nos reunimos con representantes de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos y las Defensorías Distritales de la Niñez para planificar acciones de prevención contra el acoso escolar”, señala la estudiante.
La educación boliviana prioriza la memoria sobre los valores
El actual modelo educativo boliviano carece de valores como la equidad de género, igualdad de oportunidades, respeto, tolerancia e inclusión. LaLey 070 Avelino Siñani - Elizardo Pérez no enfatiza en la enseñanza de estos valores porque sus contenidos se fundamentan en la disciplina y el conocimiento. “Ninguna unidad educativa hace énfasis en contenidos ético-morales. De hecho, tampoco constituye uno de los temas prioritarios a ser trabajados por el Ministerio de Educación o por los profesores”, indica Quintanilla.
Por ello, los profesores deben saber que cada una de sus acciones será imitada por sus alumnos y que, por tanto, el ejemplo personal es la mejor herramienta profesional para formar valores. “No tenemos diseños curriculares o programas que tengan ese tipo de orientación. A los profesores les sigue interesando que los niños y jóvenes memoricen contenidos y no la educación en términos de práctica de valores ético-morales”.
Para acabar con lo que deja como enseñanza la discriminación, Machicao y Quintanilla sugieren a los padres, los docentes y estudiantes trabajar en la prevención, no solamente en la sanción de los casos ya presentes. “Los colegios tienen que comenzar a dotarse de herramientas, reglamentos y normas explícitas sobre la lucha contra la discriminación y el bullying”, señala Machicao.
Quintanilla agrega que se debe reformular la formación de los maestros, a través de acciones conjuntas entre el Ministerio de Educación, los Servicios Departamentales de Educación (Seduca) y el Gobierno central, con base en la ley 070. Además, educar a los padres y madres de familia a través de las unidades educativas y que el Ministerio de Educación apoye esas acciones, porque finalmente sus autoridades son responsables de la formación integral de las personas en el aula.
Para erradicar la discriminación, “más que leyes, se necesitan acciones y buenos ejemplos”, concluye Quintanilla. Lo que está claro es que casos como los del colegio Bolívar, en los que padres y estudiantes se unen contra una joven y afectan su derecho de decidir, mientras las autoridades juegan a no ver el caso y a que deje de ser noticia para archivarlo, no son los mejores ejemplos.



